Después de emplearse durante miles de años, en l930, por un acuerdo internacional, la marihuana pasó a la ilegalidad. Hoy, el interés de médicos y científicos, y también de los propios pacientes, vuelve a ponerla en el centro de la escena. Varios países no solo legalizaron su cultivo y su uso, sino que promueven el estudio de sus beneficios.
Por: Nora Bär
Aunque las distintas preparaciones de esta planta originaria de la cordillera del Himalaya estaban muy extendidas, todo lo que la rodeaba estaba teñido por el desconocimiento y por conceptos erróneos que llevaban a asignarle virtudes o maleficios sin fundamento. Ahora, al parecer, llegó la hora de analizarla a la luz de las potentes lentes de la investigación científica, ir más allá de la experiencia empírica y dilucidar sus reales efectos, tanto positivos como negativos.
Se cree que el cultivo del cáñamo data de tiempos remotos. Los primeros registros sobre su uso nos llegan de 2700 antes de nuestra era. En El libro de la yerba (Anagrama, 1977), editado por G. Andrews y S. Vinkenoog, se cuenta que desde tiempos inmemoriales fue un componente esencial de ritos religiosos entre los antiguos hindúes, escitas, persas e indios americanos. Según Andrews y Vinkenoog, Homero hizo alusión en la Odisea a su consumo, y Las mil y una noches está invadida por el aroma del hashish (como se la denomina en árabe). En el siglo XIX, el psiquiatra Moreau de Tours se juntaba a experimentar con Balzac, Baudelaire, Dumas, Gauthier y Victor Hugo en lo que se llamaba Le Club des Hachichins. Aldous Huxley y Henri Michaux experimentaron con sus potencialidades para estimular la creatividad.
Varias de sus cualidades medicinales se conocen desde hace siglos. La Farmacopea India de 1868 la registra como un remedio para el tétanos, la hidrofobia, el delirium tremens, las convulsiones infantiles, el asma, la fiebre del heno y el exceso de trabajo.
Los persas y los árabes la utilizaron desde los siglos XI y XII, y tal vez antes, pero no fue introducida en la medicina europea hasta 1838. Se usó como hipnótico y calmante, pero su acción resultaba incierta.
En los Proceedings of the Chemical Society de 1897/8 se relatan experimentos en perros para determinar su toxicidad. «No pudimos encontrar ni un solo caso de envenenamiento fatal, aunque a veces pueden aparecer síntomas alarmantes -afirma la publicación-. A un perro que pesaba 25 libras [unos 11 kg] le inyectamos dos onzas [56 g] de un extracto fluido activo en la vena yugular esperando que fuera suficiente para ocasionarle la muerte. Ante nuestra sorpresa, el animal, tras estar inconsciente alrededor de un día y medio, se recobró completamente. (…) Nunca hemos podido dar a ningún animal una cantidad suficiente de cannabis para ocasionarle la muerte».
Las investigaciones sobre sus componentes, sus efectos psicotrópicos y sus virtudes medicinales se multiplican desde hace medio siglo. Surgió un cúmulo de evidencias sobre sus posibles beneficios, que, entre otras razones, llevó a cambios en las políticas regulatorias de Suiza, Portugal, España, Holanda, Estados Unidos, Uruguay y la Argentina.
Las hipótesis de que puede ser útil para la artritis, el VIH/sida, el cáncer, la esclerosis múltiple, la epilepsia refractaria y el estrés postraumático impulsan el creciente interés que médicos e investigadores tienen en sus efectos terapéuticos, pero debido a las restricciones legales durante muchas décadas fue difícil hacer investigación en pacientes humanos. Sus promesas son rutilantes, pero se necesitan más estudios para reunir información concluyente. Entre otras cosas, porque hay amplias variaciones entre los efectos de sus diferentes tipos y modos de cultivo.
Aunque durante décadas fue considerada un quehacer delictual de los bajos fondos, la marihuana hoy atrae el interés de la ciencia. Pasó de cenicienta a diva.
Esta información ha sido publicada originalmente en La Nación