Es un enemigo silencioso y natural que viaja en el agua que consumimos todos los días. Durante años, creímos que afectaba a cuatro millones de argentinos. Un nuevo mapa, elaborado por científicos de la UNR, acaba de revelar que la cifra es cuatro veces mayor y la califica de «casi una pandemia».
El arsénico en el agua de consumo es un problema histórico en Argentina, pero su verdadera dimensión era desconocida hasta ahora. Un estudio exhaustivo de investigadores de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) acaba de publicar un nuevo mapa de la situación y el resultado es alarmante: la población expuesta al arsénico en el país no es de 4 millones de personas, como se creía, sino de 17 millones.
El trabajo, que fue aceptado por la prestigiosa revista científica Water and Health, fue calificado por sus propios autores como «casi una pandemia en Argentina». Y no es para menos. El consumo prolongado de agua con este contaminante, que en un 90% llega al agua de forma natural por la erosión de las rocas, está asociado a un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer, anomalías congénitas y enfermedades neurológicas como el Alzheimer. «Hay una relación directa: los departamentos que están más expuestos tienen mayores tasas de mortalidad por estas enfermedades», afirma Alejandro Oliva, uno de los autores del estudio.
El límite que no nos protege: la brecha entre Argentina y la OMS
Una de las claves de esta dramática actualización de las cifras está en el criterio utilizado. Los investigadores usaron el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es de 10 microgramos de arsénico por litro de agua (µg/L).
Sin embargo, el Código Alimentario Argentino (CAA) permite un límite cinco veces mayor: 50 µg/L. Esta diferencia no es menor. Aunque Argentina originalmente adhirió al valor de la OMS, muchas localidades argumentaron que los métodos para remover el arsénico eran demasiado costosos. El problema, según la ciencia, es que en esa brecha entre 10 y 50 µg/L existe un riesgo significativo para la salud humana.
Las zonas más complicadas del país, según el nuevo mapa, son el oeste de Santa Fe y el sureste de Córdoba. De hecho, en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, dos de cada tres habitantes están expuestos a niveles de arsénico por encima de lo recomendado por la OMS.
Un problema natural, una solución posible
La buena noticia es que, según los investigadores, esta «pandemia» es prevenible. El viejo argumento de los costos de filtrado ha perdido fuerza. «Hoy existen nuevos métodos, más simples y económicos, para la remoción de este contaminante», explican.
Un ejemplo de que es posible actuar es el de algunas comunas de Santa Fe, que han instalado redes de agua paralelas: una con el arsénico removido, que se usa exclusivamente para beber y cocinar, y otra para el resto de los usos domésticos. La clave, destacan, es la inversión en acueductos y en tecnologías de tratamiento que ya están disponibles.
El trabajo de esta red de científicos no se detiene acá. Ahora investigan también las posibles asociaciones entre el arsénico en el agua, la exposición a pesticidas, y las mayores tasas de mortalidad por cáncer infantil y enfermedades neurodegenerativas que se registran en la región centro del país. El mapa del arsénico es, en realidad, la primera pieza de un rompecabezas mucho más grande sobre la salud ambiental de los argentinos.
Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Victoria Arrabal

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