Qué efecto tiene el uso de pantallas en el desarrollo de niños pequeños

Un estudio realizado en 19 países latinoamericanos advierte que los niños menores de cuatro años están expuestos a pantallas por más tiempo del recomendado, y que esto puede afectar su desarrollo motor y del lenguaje. Pero también hay formas de revertir este impacto.

Pantallas que entretienen, pero también silencian

Cada vez que un bebé toca la pantalla de un celular y sonríe ante los colores que se mueven, se abre un debate: ¿qué estamos ganando, y qué estamos perdiendo? Esa pregunta, que parece tan cotidiana como urgente, fue el punto de partida para uno de los estudios más grandes hasta hoy sobre el uso de dispositivos en la infancia temprana.

La investigación, publicada esta semana en la revista científica PLOS ONE, analizó a casi 2.000 niños de entre 12 y 48 meses en 19 países de América Latina. El hallazgo principal no sorprende pero preocupa: el uso de pantallas (televisores, celulares, tablets) supera con creces lo recomendado por las asociaciones de pediatría, sin importar nacionalidad o nivel socioeconómico. Y ese exceso deja huellas.

Más tiempo frente a pantallas, menos desarrollo

Lucas Gago Galvagno, científico del CONICET y coordinador del estudio, lo explica con claridad: «Independientemente del nivel socioeconómico y a pesar de las diferencias, el uso de pantallas es alto en sí mismo y va más allá del tiempo recomendado por las asociaciones nacionales e internacionales de pediatría».

En otras palabras, no se trata solo de un fenómeno vinculado a sectores vulnerables. Sin embargo, estudios previos del mismo equipo mostraron que, en los contextos más desfavorecidos, ese tiempo frente a pantallas es aún mayor, y además los adultos acompañan menos esa actividad. ¿Las razones? Desde la falta de opciones recreativas y educativas hasta extensas jornadas laborales que dificultan la presencia activa de adultos en el juego infantil.

La clave no está solo en el cuánto, sino en el cómo

No todo es desalentador. El mismo estudio señala que, cuando los adultos comparten el tiempo frente a pantallas con los niños y eligen contenidos educativos, pueden observarse incluso efectos positivos en el desarrollo del lenguaje.

«El principal factor negativo es el tiempo que el infante pasa en solitario en una tarea que es completamente pasiva como es el uso de pantallas sin acompañamiento», aclara Gago Galvagno. Y agrega: «Encontramos que, si el adulto acompaña la actividad, o si el contenido es educativo, el desarrollo lingüístico tiende a aumentar».

Eso sucede porque, cuando hay interacción, el niño no solo ve, sino que también escucha, señala, pregunta y se conecta con quien lo acompaña. En otras palabras, la pantalla deja de ser un monólogo luminoso para transformarse en una excusa para el diálogo.

Mucho más que apagar la pantalla

La Academia Americana de Pediatría recomienda evitar el uso de pantallas en menores de dos años, pero el estudio encontró que, en la práctica, esa edad ya es habitual para el primer contacto digital.

Por eso, el enfoque de los investigadores no pasa únicamente por limitar el tiempo, sino por atender otros factores: el tipo de contenido, el contexto en que se consume y, sobre todo, la interacción del adulto.

«En nuestro próximo proyecto generaremos un cuestionario que mida la forma en que los adultos interactúan con sus hijos durante el uso de pantallas», anticipa Gago Galvagno. El objetivo no es demonizar los dispositivos —que ya son parte del paisaje cotidiano— sino aprender a usarlos mejor, con conciencia y acompañamiento.

Un cambio de paradigma necesario

El artículo de PLOS ONE no ofrece recetas mágicas, pero sí aporta datos clave para el diseño de políticas públicas. Propone dejar de hablar solamente de “tiempo frente a pantalla” y empezar a considerar qué pasa durante ese tiempo. ¿Se trata de contenido educativo o entretenimiento pasivo? ¿Hay alguien más compartiendo ese momento o es un juego en solitario? ¿Esa pantalla estimula o adormece el lenguaje, la motricidad, el vínculo?

Si bien se necesita más investigación a largo plazo, este trabajo refuerza algo que muchas familias ya intuyen: no es lo mismo un celular que narra un cuento, que un adulto que lo cuenta. Y en ese detalle —aparentemente menor— se juega una gran parte del desarrollo.

Referencia:
Lucas G. Gago-Galvagno et al. “Use of screens, books and adults’ interactions on toddler’s language and motor skills: A cross-cultural study among 19 Latin American countries from different SES”. PLOS ONE (2025)

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Antonio Villarreal publicado en SINC

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