Un estudio de la Comisión Económica para Europa de la ONU alerta sobre la falta de datos y coordinación para proteger este bioma clave en la regulación climática, la biodiversidad y el bienestar de comunidades
Los bosques boreales rodean el círculo polar ártico y cubren 1.210 millones de hectáreas —el 9,3 % de la superficie terrestre—, lo que los convierte en el segundo gran sumidero de carbono del planeta después de los trópicos. Sin embargo, política y socialmente reciben una atención muy inferior a la de la Amazonia u otros bosques tropicales. Un informe presentado en el reciente Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques exige unificar criterios, cerrar vacíos de conocimiento y priorizar la conservación de este vasto «tesoro mundial».
Un bioma inmenso y vulnerado
Los bosques boreales representan el 27 % de toda la cubierta forestal global. Sus coníferas resistentes al frío —pícea, alerce, pino y abeto— y sus especies de hoja ancha —abedul, álamo, aliso— se adaptan a veranos breves y húmedos e inviernos prolongados y secos. Almacenan el 32 % del carbono terrestre y albergan casi la mitad de los bosques primarios del mundo. Aun así, la investigación es fragmentaria, centrada en realidades nacionales dispares, sin un marco regional armonizado.
La urgencia de una definición común
El informe de la CEPE recomienda adoptar criterios e indicadores específicos que permitan:
- Delimitar con precisión el área boreal para monitorear su evolución.
- Evaluar de modo coherente el impacto de incendios, plagas, extracciones y cambio climático.
- Formular políticas de manejo sostenible basadas en datos comparables entre países.
Sin un consenso sobre qué se considera «bosque boreal», resulta imposible trazar tendencias claras ni coordinar estrategias de conservación a escala global.
Motor de economías y culturas locales
Aunque escasamente pobladas, las regiones boreales sustentan economías forestales y energéticas de alto valor. Comunidades indígenas y rurales dependen de la madera, de la recolección de bayas y hongos, y de la pesca en ríos alimentados por el deshielo. La gestión sostenible de estos recursos puede generar desarrollo sin sacrificar la integridad del ecosistema.
Amenazas que no dan tregua
El calentamiento polar se traduce en más incendios de verano, plagas de insectos y el deshielo del permafrost, que a su vez liberan gases de efecto invernadero y alteran la hidrología. Estas perturbaciones pueden convertir sumideros de carbono en fuentes emisoras, acelerando el cambio climático en un círculo vicioso.
Hacia una visión global y coordinada
Para revertir la invisibilidad de los bosques boreales, el estudio insta a:
- Integrar el bioma boreal en los grandes acuerdos de cambio climático y biodiversidad, igual que se hace con los trópicos.
- Promover investigaciones multinacionales que compartan metodologías y datos abiertos.
- Fortalecer la voz de las comunidades locales e indígenas en la gestión de sus territorios.
- Movilizar financiamiento internacional para prevención de incendios, control de plagas y monitoreo de permafrost.
Solo así, coinciden los autores, podrá custodiarse este «pulmón helado» que, pese a su fragilidad, sigue siendo un baluarte esencial para la estabilidad climática global y la supervivencia de innumerables especies… incluida la nuestra.
Por Daniel Ventuñuk
