Los plaguicidas son omnipresentes en Argentina y se encuentran en niveles cinco o seis veces más altos que en Europa, según determinaron investigadores del proyecto internacional SPRINT. Sin embargo, en el país, el proyecto fue censurado antes de que los resultados pudieran ser procesados. Un grupo de voluntarios que participaron en el relevamiento se autoconvocaron, elaboraron un informe basado en los datos obtenidos y continúan difundiendo los hallazgos.
«Es sumamente alarmante la cantidad de pesticidas presentes en Argentina. Como una ironía, los investigadores europeos representaban a la selección argentina levantando la copa, mientras que a nosotros nos visualizaban levantando una copa, simbolizando la cantidad de plaguicidas en el país: somos los que más tenemos», dice Nair de los Angeles Pereira, bióloga del CONICET, quien participó como voluntaria en el proyecto «Transición sostenible de protección vegetal: un enfoque de salud global» (SPRINT), un estudio a escala internacional financiado por el Banco Mundial. En este proyecto participan una decena de países europeos (Holanda, Dinamarca, Croacia, Eslovenia, Francia, Portugal, España, Italia, Suiza, República Checa), y hasta diciembre del año pasado, también lo hacía Argentina, a través del Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INTA).
El país fue seleccionado debido a su rol como uno de los principales exportadores de soja y otros cereales para el consumo del ganado europeo. La cooperación comenzó en 2018, y las muestras locales se recolectaron durante el año 2021 en distintos partidos del sur de la Provincia de Buenos Aires, incluyendo González Chávez, Benito Juárez, Coronel Dorrego, General Pueyrredón, Sierra de los Padres, Necochea, Lobería, Tandil, Tres Arroyos y La Brava.
El INTA reclutó a 73 personas voluntarias, a quienes especialistas en salud les tomaron muestras de orina, sangre y materia fecal. Además, los voluntarios llevaron una pulsera especial durante una semana para medir la contaminación del aire. Paralelamente, investigadores del INTA también tomaron muestras en animales, agua, suelo y sedimentos.

Una de las conclusiones más importantes del proyecto SPRINT es que los pesticidas en Argentina son «omnipresentes». «Ellos utilizaron esa palabra. La realidad es que si no cambiamos nuestras prácticas de producción, no podremos escapar de esto; para que haya concentraciones tan altas, se están aplicando más plaguicidas de los necesarios, ya que el sistema no los está absorbiendo», destaca Claudio De Francesco, biólogo e investigador del CONICET, y uno de los voluntarios que participó en el proyecto internacional para proporcionar muestras locales.
«Como no hay regulaciones, los productores pueden aplicar más agroquímicos por precaución, y eso es lo que debemos empezar a cambiar. El proyecto SPRINT apunta precisamente a una transición, y para eso necesitamos saber dónde estamos ahora para definir a dónde queremos ir», agrega De Francesco, lamentando que en Argentina no podamos obtener esa información debido a la censura del proyecto. Explica: «En Europa tienen acceso a los datos y ya están evaluando cuánto deben reducirse los pesticidas en función de lo que descubrieron. Aquí no podemos hacerlo», cuestiona.
Esto se debe a que el 7 de diciembre, el entonces presidente del INTA, Mariano Garmendia, firmó la resolución 1081/2023, oficializando la salida de Argentina del proyecto SPRINT, tres días antes del cambio de gobierno. Anteriormente, en junio de 2023, el presidente anterior del INTA, Carlos Parera, ya había cancelado una reunión virtual programada entre los investigadores de la institución y los voluntarios, en la que se iban a presentar los primeros resultados del relevamiento.

«Posteriormente, nos entregaron los resultados, pero fueron los propios. Luego, más de 30 voluntarios nos reunimos para compartir nuestros hallazgos y elaborar un informe que nos permitiera identificar si existía variabilidad entre zonas rurales y urbanas, o qué tipos de plaguicidas estaban presentes según la zona evaluada», ejemplifica Pereira, advirtiendo que es importante porque cada voluntario tenía un valor de X plaguicidas, pero no tenía una referencia de si esos valores eran altos o bajos ni en comparación con qué.
«La mayoría de los voluntarios sentimos que los resultados no fueron bien recibidos y por eso se interrumpió el proyecto. Esas son nuestras hipótesis porque no recibimos una respuesta», agrega De Francesco, quien junto con otra voluntaria, Gabriela Hassan, fueron responsables de elaborar un informe con los resultados, que están tratando de difundir y compartir. Por ejemplo, lo hicieron en Mar del Plata, durante el «Festival de la Semilla y el Alimento Sano», organizado por la agrupación «Paren de Fumigarnos» de esa ciudad.
Vivir en una nube de pesticidas
El 27 de septiembre de 2023, durante la Cumbre Científica de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA 78), los voluntarios accedieron a algunos resultados de la investigación a través de una conferencia virtual transmitida desde Nueva York, en inglés. Según lo expuesto, todos los participantes argentinos tenían entre 2 y 10 pesticidas en sangre, entre 6 y 13 en orina, y de cero a 18 sustancias en materia fecal. Además, se detectaron de 7 a 53 pesticidas en las pulseras que midieron la exposición al aire. Por otro lado, las muestras de alimentos de todos los participantes argentinos mostraron un rango de 6 a 22 pesticidas. Además, todas las muestras de suelo mostraron entre cero y 12 pesticidas; las de agua superficial, de 10 a 28 pesticidas, y las de polvo en el hogar presentaron un rango de 43 a 86 pesticidas.

«Este proyecto no puede determinar el riesgo para la salud, pero los datos son alarmantes. Si la gente no los conoce, no puede tomar medidas para mitigar los riesgos. Me refiero especialmente al polvo en las casas, que registró uno de los valores más altos, ya que indica que las casas cerca de los campos donde se fumiga concentran más agroquímicos que otras. Son como trampas de sedimentos de pesticidas», advierte De Francesco, detallando que, según los resultados, mientras se detectaron entre dos y ocho pesticidas en sangre, en las casas hubo entre 40 y 60.
«Es un valor extremadamente alto y un problema para los niños que gatean y pueden llevarse esos residuos a la boca. Los investigadores de SPRINT advirtieron sobre la importancia de mantener una buena limpieza del hogar, quitarse los zapatos al entrar y adoptar ese tipo de comportamientos, que uno no considera porque no sospecha que pueda haber una concentración tan alta de pesticidas en su casa», agrega De Francesco. También le sorprendió la cantidad de pesticidas que captaron las pulseras: «Era demasiado, alrededor de 40 o 50 en el aire. No sé cuánto de eso ingerimos, pero estamos prácticamente inmersos en una nube de pesticidas», se preocupa.
El proyecto a nivel global continuará hasta el año 2025. En una segunda etapa, estaba previsto difundir la situación a la comunidad y a los organismos decisores, para que pudieran empezar a considerar cómo reducir el uso de estos químicos. En Europa, se espera reducir a la mitad la aplicación de pesticidas para el año 2030. «Si observamos nuestros resultados en comparación con Europa, tenemos valores que son cinco o seis veces más altos. Entonces, si ellos quieren reducir a la mitad y nosotros queremos estar más o menos a su nivel, tendríamos que disminuir una quinta parte, algo insostenible con el sistema de producción actual en Argentina. No podemos hacerlo de manera tan abrupta, pero tampoco hay intención de empezar, esa es la sensación que queda», lamenta De Francesco. Otra pregunta es qué ocurre con la combinación de todas esas sustancias en el organismo, lo que se intentará dilucidar en las siguientes etapas de investigación en Europa.

Mientras tanto, en Argentina, el grupo de voluntarios se encarga de llevar a cabo al menos una parte de lo que los investigadores locales ya no pueden hacer. «Nuestro objetivo es difundir los resultados y alertar a la sociedad sobre lo que está sucediendo, para que la gente tenga conocimiento y la ciencia sea la herramienta que les permita elegir qué es mejor para llevar a su plato. Porque nos están fumigando a todos, no hubo diferencias entre la zona rural y la ciudad», destaca Pereira, resaltando la importancia de que la investigación y el trabajo científico se realicen de manera independiente.
«Si vamos a hacer ciencia o vamos a tener ciertos descubrimientos vedados por intereses económicos, mejor dejemos de hacer ciencia. Lamentablemente, lo que propone este gobierno es precisamente privatizar la ciencia, aunque el sector privado ya tiene la llave para hacer lobby y presionar sobre las directrices de lo que se debe investigar, qué debe salir a la luz y qué no», se preocupa Pereira. Y recuerda que el consejo directivo del INTA es un ente privado y estatal en partes iguales, y que solo uno de sus miembros votó a favor de que el proyecto SPRINT continuara.
«Más allá de los resultados, lo más impactante para mí es el hecho de que se haya censurado un proyecto de una institución y que todo haya ocurrido como si fuera lo más normal del mundo», coincide De Francesco. Y concluye: «No hubo ninguna razón para censurar ese proyecto, pero lo hicieron. Eso es lo más increíble y la razón que nos une como grupo de voluntarios, porque todos estamos indignados y queríamos que el proyecto continuara».
Por Vanina Lombardi
Fuente: AGENCIA TSS
