Todos los inviernos la misma angustia recorre las guardias pediátricas, pero la ciencia argentina acaba de dar un paso gigante para entenderla. Un hallazgo local revela que no es solo el virus el culpable de los casos severos, sino unos «vecinos» microscópicos que viven en las vías respiratorias y que podrían cambiar la forma de tratar la enfermedad.
Si hay un enemigo conocido por cualquier padre o madre en los primeros años de vida de sus hijos, ese es el virus sincicial respiratorio (VSR). Las estadísticas son contundentes: se calcula que entre el 60 y el 70 por ciento de los chicos se contagian en su primer año de vida, y para cuando soplen las dos velitas, prácticamente todos habrán tenido su encuentro con este patógeno. A nivel global, estamos hablando de unos 33 millones de casos anuales.
Pero siempre existió un gran interrogante, una duda que desvela a los médicos: ¿por qué para la mayoría es solo un cuadro leve, mientras que otros bebés terminan internados con cuadros graves? Hasta ahora, las razones eran difusas. Sin embargo, un equipo liderado por un investigador del CONICET en el emblemático Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de Buenos Aires encontró una pista clave donde nadie estaba mirando con tanta atención: la microbiota.
Dime qué bacterias tienes y te diré cómo evolucionas
El estudio, que acaba de publicarse en la prestigiosa revista Journal of Clinical Virology, pone el foco en la convivencia entre el virus y las bacterias. Patricio Acosta, investigador del CONICET y médico del Gutiérrez, lideró este trabajo que propone un cambio de paradigma.
«El hallazgo más relevante del estudio fue que las bacterias presentes en las vías aéreas parecen tener un rol importante en la evolución de la infección por VSR», explica Acosta. Básicamente, descubrieron que no estamos solos; las vías respiratorias de los bebés son un ecosistema complejo.
Para llegar a esta conclusión, el equipo analizó a 172 pacientes infectados con el virus dentro de un grupo mayor de 401 chicos hospitalizados. Buscaron específicamente a tres «sospechosos habituales», bacterias que suelen colonizar la nariz y garganta de los niños: Haemophilus influenzae, Streptococcus pneumoniae y Moraxella catarrhalis.
Los resultados fueron sorprendentes y abrumadores: más del 90 por ciento de los pacientes tenía al menos una de estas bacterias al momento de internarse. Pero lo más interesante fue ver cómo cada una jugaba un partido diferente.
Buenos y malos vecinos
Acá es donde la investigación se pone fascinante. Los científicos notaron un patrón clarísimo:
- Los bebés que tenían la bacteria Moraxella catarrhalis tendían a desarrollar cuadros leves de la infección.
- En cambio, aquellos que portaban Haemophilus influenzae evolucionaban hacia formas más severas.
Esto sugiere que no es solo la carga viral (la cantidad de virus) lo que determina qué tan mal la va a pasar el paciente, sino quiénes son sus anfitriones bacterianos. «Durante años se pensó que las bacterias que colonizan las vías aéreas solo eran un indicador de exposición, pero hoy sabemos que forman parte de un ecosistema complejo que interactúa con el sistema inmunológico», detalla Acosta, quien tiene una trayectoria destacada como directivo de la Sociedad Internacional de Enfermedades Infecciosas (ISID).
El entorno también juega
El estudio no se quedó solo en el microscopio; también miró hacia afuera, al contexto social de los chicos. Eduardo López, jefe del departamento de Medicina del Hospital Ricardo Gutiérrez y primer autor del trabajo, señaló un dato que duele pero que es necesario visibilizar: «Uno de los datos más sobresalientes fue que el hacinamiento se asoció con cuadros más graves».
Esto confirma que las condiciones de vida —el acceso a agua potable, cloacas, la nutrición y la vivienda— influyen críticamente en la salud respiratoria. «Este estudio tiene como aspecto destacable que se realizó en un contexto real de una población vulnerable, donde factores ambientales tienen un fuerte impacto», refuerza Acosta.
Una puerta a nuevos tratamientos
¿Para qué sirve saber todo esto? Porque abre una esperanza. Si sabemos que algunas bacterias «protegen» o atenúan el virus y otras lo potencian, podríamos pensar en terapias que modifiquen esa flora bacteriana.


«Nuestro trabajo aporta evidencia local de que algunas bacterias podrían empeorar la infección por VSR, mientras que otras tendrían un efecto protector, ya sea porque modulan la respuesta inmune o bien porque compiten con otros microorganismos más patogénicos», concluye el investigador del CONICET.
El objetivo final es poder identificar rápidamente a los chicos con mayor riesgo y, quizás en un futuro cercano, modular esos microorganismos para evitar que una bronquiolitis termine en una internación grave. Un avance «made in Argentina» que cuenta con el trabajo de un gran equipo, incluyendo a Martín Ferolla, Agustina Denardi, Noelia Iraizos, Ana Fernández y María Marta Contrini.
Referencia:
López, E. L., Ferolla, F. M., Denardi, A. F., Iraizos, N., Fernández, A., Contrini, M. M., & Acosta, P. L. (2025). Bacterial Colonization and Life-Threatening Respiratory Syncytial Virus Infection in children. Journal of Clinical Virology, 105891.
