Escándalo científico y marcha atrás con el estudio clave que defendía al glifosato

Parecía un pilar inamovible de la ciencia regulatoria, citado miles de veces para defender la seguridad de uno de los herbicidas más famosos del mundo. Sin embargo, más de dos décadas después, una revista académica decidió borrarlo del mapa por «graves preocupaciones éticas». ¿Quién escribía realmente mientras los científicos firmaban?

A veces la ciencia tiene tiempos geológicos, pero cuando la verdad sale a la luz, el impacto es inmediato. Imaginemos por un segundo un paper académico, un estudio publicado allá por el año 2000, que durante casi veinticinco años fue usado como escudo protector. Este trabajo aseguraba que el Roundup, ese herbicida a base de glifosato que vemos en tantos campos, no causaba cáncer. Pero resulta que los cimientos de ese «hallazgo» estaban, por decirlo suavemente, flojos de papeles.

La noticia explotó el pasado 28 de noviembre. La revista científica Regulatory Toxicology and Pharmacology anunció la retractación oficial de aquel famoso estudio. Y no fue un retiro por un error de cálculo menor; el editor en jefe, el toxicólogo Martin van den Berg de la Universidad de Utrecht, fue lapidario en su comunicado. Habló de «serias preocupaciones éticas» y cuestionó la validez misma de los hallazgos.

La mano invisible (o no tanto)

Para entender este lío hay que rebobinar un poco. En 2017, durante un juicio contra el gigante químico Monsanto (hoy propiedad de Bayer), salieron a la luz unos correos electrónicos internos que eran dinamita pura. En esos intercambios, empleados de la compañía sugerían que ellos mismos habían ayudado a escribir —haciendo de «escritores fantasmas» o ghostwriters— aquel influyente artículo científico que juraba que el herbicida era inocuo.

Van den Berg lo explicó clarito en la nota de retractación: «Este artículo ha sido ampliamente considerado como un documento distintivo en el discurso que rodea la carcinogenicidad del glifosato y el Roundup». Pero, y acá viene el mazazo, «la falta de claridad sobre qué partes del artículo fueron escritas por empleados de Monsanto crea incertidumbre sobre la integridad de las conclusiones extraídas».

La maniobra, según los documentos revelados en el juicio, parecía sacada de una película de espías corporativos. Tras un hallazgo de 2015 de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) que clasificaba al glifosato como «probable carcinógeno humano», los ejecutivos debatían cómo responder. Un directivo escribió en un mail que una estrategia sería acercarse a científicos para que pusieran su nombre en la publicación, pero «manteniendo el costo bajo al hacer nosotros la redacción y ellos simplemente firmarían sus nombres, por así decirlo». El mismo correo remataba con una frase que hoy resuena profética: «así es como manejamos» el paper que ahora acaba de ser eliminado.

Un «zombie» en la biblioteca

Lo preocupante no es solo cómo se gestó el estudio, sino cuánto vivió. Naomi Oreskes, historiadora de la ciencia en la Universidad de Harvard, junto con su entonces investigador posdoctoral Alexander Kaurov, fueron quienes empujaron esta retractación tras documentar la increíble resistencia del paper.

En julio, este dúo publicó un análisis que te deja helado: el artículo ahora retractado estaba en el top 0,1% de los estudios más citados en investigaciones sobre glifosato. O sea, era una biblia para el sector. Y lo peor es que, incluso después de que en 2017 se supiera lo de los ghostwriters, las citas apenas bajaron y se seguía usando en documentos de políticas públicas.

«Mi preocupación es que la gente lo siga citando», dice Oreskes. Con esta retractación oficial, su esperanza es que «se corra la voz» de que este estudio ya no puede ser considerado una fuente de información confiable.

Ciencia sesgada y repercusiones legales

Pero ojo, que el problema no era solo quién tecleaba la computadora. Van den Berg señaló otro detalle técnico no menor: los autores del paper solo revisaron estudios no publicados producidos por la misma compañía, y se «olvidaron» de incluir un montón de estudios externos que tampoco estaban en revistas revisadas por pares. Según el editor, esto podría haber sesgado completamente las conclusiones. Básicamente, miraron solo lo que querían ver.

Gary Williams, el autor principal y ex patólogo del New York Medical College, se retiró en 2018 y no respondió a los pedidos de comentarios (ni de la prensa ni de la revista). Los otros dos autores, lamentablemente, ya fallecieron.

En el mundo legal, esto es un terremoto. Robin Greenwald, abogada de la firma Weitz & Luxenberg que lleva casos de cientos de personas que alegan que su linfoma no Hodgkin proviene del glifosato, dice que la retractación elimina un obstáculo clave. Monsanto «ya no puede confiar en ello», asegura. «Esta es una prueba más de que teníamos razón todo el tiempo».

¿Y ahora qué?

Por su parte, Monsanto (Bayer) sacó un comunicado diciendo que este estudio era solo uno entre muchos sobre la seguridad del químico. «El consenso entre los principales organismos reguladores de todo el mundo es que el glifosato se puede utilizar de forma segura según las indicaciones y no es cancerígeno», afirmaron. Y es cierto que, aunque la IARC lo ve como probable carcinógeno, la EPA de Estados Unidos y la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas no llegaron a esa conclusión.

Sin embargo, los jurados populares parecen pensar distinto, con fallos millonarios (aunque luego reducidos) en Missouri y Pensilvania a favor de los demandantes.

Esto no termina acá. Kaurov, que ahora está en Nueva Zelanda, avisa que esto no es el fin de la historia. Él y Oreskes ya enviaron otra solicitud de retractación para un paper de 2013 que tampoco aclara del todo el rol que jugó la compañía en su elaboración. Parece que vamos a tener que seguir atentos, porque cuando se empieza a tirar del hilo, nunca se sabe qué más se puede destejer.

Referencia:

doi: 10.1126/science.zccwjp8

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Warren Cornwall publicado en Science

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