Los secretos químicos del caldero de las brujas y sus hechizos

La imagen de la bruja jorobada sobre un caldero humeante alimentó una histeria que costó la vida a unas 50.000 personas en Europa. Pero, ¿y si detrás de los hechizos y las pócimas se escondiera un conocimiento profundo de la química? Una nueva mirada científica revela que muchas de estas mujeres eran, en realidad, expertas farmacólogas de su tiempo.

La historia de la brujería está llena de mitos aterradores y leyendas fantásticas. Sin embargo, detrás de las acusaciones de magia negra y pactos con el diablo, yace una compleja relación entre la química, la medicina popular y el miedo. Lejos de ser meras supersticiones, muchas de las «pócimas mágicas» tenían efectos fisiológicos reales, basados en un conocimiento empírico y profundo de la fitoquímica.

Cuando la magia era farmacología

Uno de los mitos más persistentes sobre las brujas es que usaban un «ungüento para volar». Se untaban esta preparación en el cuerpo y, supuestamente, surcaban los cielos. Los registros de la época mencionan que estos ungüentos contenían plantas como la belladona, que hoy sabemos que es rica en alcaloides tropánicos, potentes alucinógenos que podrían inducir la sensación de estar volando.

Pero lo más fascinante es la química de la preparación. Como explica el fitoquímico Michael Wink de la Universidad de Heidelberg, los alcaloides en la planta se encuentran en forma de sal, que no se absorbe bien por la piel. Los registros mencionan que las «brujas» mezclaban las hierbas con ceniza y grasa. La ceniza, que es alcalina, convertía los alcaloides en una forma liposoluble (soluble en grasa). Al mezclarlos con grasa, creaban una pomada transdérmica perfecta, capaz de hacer llegar el compuesto al torrente sanguíneo y al cerebro. «No tenían idea de la química, pero sabían que si agregaban ceniza, sería más potente», señala Wink.

El antídoto de un dios griego

Esta sabiduría farmacológica es, de hecho, mucho más antigua. En la Odisea, la hechicera Circe convierte a los hombres de Odiseo en cerdos con un vino envenenado. Los historiadores médicos especulan que el «veneno» era probablemente una infusión de estramonio (o floripondio), otra planta rica en alcaloides tropánicos, y que la «transformación en cerdos» fue una vívida alucinación.

Lo increíble es que la historia también contiene el antídoto. El dios Hermes le da a Odiseo una planta llamada «moly» para protegerse. Según Wink, la descripción de esta planta coincide con la del galanto o campanilla de invierno, que contiene galantamina, un alcaloide que actúa como antídoto contra los efectos de los alcaloides tropánicos. La leyenda griega podría estar describiendo una interacción farmacológica real.

¿Bruja o curandera?

Lejos de estas historias sensacionalistas, la realidad de la mayoría de las mujeres acusadas de brujería era mucho más terrenal. «Muchas de las personas que fueron acusadas estaban involucradas en algún tipo de práctica mágico-médica y se veían a sí mismas como curanderas», explica la historiadora Marion Gibson. Eran las herboristas, parteras y enfermeras de sus comunidades, la única opción de salud para la mayoría de la población.

Su conocimiento, transmitido oralmente de generación en generación, era inmenso. Usaban cientos de plantas nativas: milenrama como antiinflamatorio, rábano picante para infecciones renales o la sabina como un potente abortivo. Entendían procesos complejos como la fermentación para activar «prodrogas» (compuestos que se vuelven activos después de un proceso químico).

El legado perdido

Si su conocimiento era tan valioso, ¿por qué fueron perseguidas? Las razones son complejas. Por un lado, el profundo machismo de la época: una mujer con conocimientos de anatomía o farmacia era vista como sospechosa. Por otro, la inestabilidad religiosa de la Reforma generó un clima de miedo y desconfianza, creando una mentalidad de «buenos contra malos» donde las curanderas se convirtieron en el chivo expiatorio perfecto.

Mientras que la alquimia, practicada por hombres de élite, es hoy celebrada como la precursora de la química, las contribuciones de estas «químicas del pueblo» fueron en gran parte borradas. Sin embargo, su legado sobrevive. Muchos de los productos naturales que ellas utilizaban siguen siendo la base de la medicina moderna. La galantamina, el «antídoto» de Odiseo, hoy se usa en tratamientos para el Alzheimer. Como concluye el artículo que inspira esta nota, «¿qué es una droga moderna si no una pócima científica?».

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Victoria Atkinson publicado en Chemistry World

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