Escarcha de plástico en nuestra mesa

Un estudio pionero en seis salinas de la península ibérica revela que entre 79 y 193 fragmentos de microplástico por kilo llegan a la sal por vía acuática, aérea y de procesamiento, lo que implica que cada día ingerimos hasta nueve partículas plásticas con nuestro aderezo, y plantea urgentes medidas de control.

La sal es un ingrediente universal, tan natural como los minerales que la forman y tan antiguo como la misma civilización. Sin embargo, un trabajo reciente de investigadores españoles y europeos muestra que, lejos de ser pura, la sal de cocina arrastra cientos de microplásticos por kilo, invisibles al ojo pero omnipresentes en cada pizca.

El equipo analizó salmuera y sal en cada etapa de producción —desde la entrada del agua de mar o de manantial hasta el envase final— en tres salinas litorales y tres interiores. Descubrieron concentraciones de 256 a 1 500 partículas de microplástico por litro de salmuera y entre 79 y 193 fragmentos por kilo de sal envasada.

  • Salinas litorales: la salmuera, captada directamente del mar, ya contiene microplásticos arrastrados por corrientes, vertidos de aguas residuales y sedimentos.
  • Salinas interiores: alimentadas por aguas fósiles de manantial (de mares desaparecidos hace millones de años), llegan limpias al pozo, pero se contaminan en las etapas posteriores, lo que evidencia una entrada aérea de micropartículas.

El aire como cómplice

Las lanchas cristalizadoras exponen la sal a la brisa y el polvo, y los montones de sal de varios metros de altura —utilizados para escurrir el líquido residual— actúan como trampas para microplásticos transportados por el viento. Incluso salinas aisladas y en desuso, lejos del mar y de vertederos, mostraron contaminación similar, confirmando que las partículas flotan y se depositan sin relacionarse sólo con la proximidad al litoral.

Una vez cosechada, la sal pasa por lavado, trituración y envasado, interactuando con neumáticos de máquinas, correas de caucho y bolsas plásticas. Cada contacto puede sumar fragmentos adicionales.

«Cada punto de manipulación —desde el cristalizador hasta el saco final— es una oportunidad para que el plástico se infiltre en lo que consideramos un producto 100 % natural», advierten los autores.

Proporción de microplásticos en las diferentes etapas para varias salinas españolas.
Las autoras, CC BY-SA

Impactos sobre la salud y el medio ambiente

Aunque se requiere más investigación, se sabe que los microplásticos pueden:

  • Alterar membranas celulares y procesos fisiológicos.
  • Liberar aditivos tóxicos (plastificantes, metales).
  • Ser vectores de bacterias patógenas o especies invasoras.

Por su ubiquidad, la sal se convierte en vía de exposición para cualquier persona, amplificando la crisis global de contaminación plástica.

Salinas de Fuencaliente, en la isla de La Palma.
Christian Kaehler/Shutterstock

Hacia una sal más pura

Para minimizar la contaminación, los investigadores proponen varias acciones:

  1. Cubrir áreas expuestas de las salinas con mallas finas que filtren partículas del aire.
  2. Optimizar el sellado de los montones de sal y disminuir su altura para reducir la captura de polvo.
  3. Sustituir correas y neumáticos de caucho por materiales menos abrasivos que no liberen fragmentos.
  4. Implementar sistemas de filtración en la salmuera y en el lavado final.
  5. Monitorear periódicamente la presencia de microplásticos en agua, sal y aire de las instalaciones.

Este estudio es el primero en trazar el origen completo de la contaminación por microplásticos en la sal, y sus resultados deberían impulsar a la industria a revisar prácticas y a las autoridades a establecer límites máximos y protocolos de control. Solo así será posible asegurar que la sal que adereza nuestros platos no lleve consigo el lastre de un plástico omnipresente e indeseable.

Referencia bibliográfica:
Christina J. Thiele, Laura J. Grange, Emily Haggett, Malcolm D. Hudson, Philippa Hudson, Andrea E. Russell, Lina M. Zapata-Restrepo, Microplastics in European sea salts – An example of exposure through consumer choice and of interstudy methodological discrepancies, Ecotoxicology and Environmental Safety, Volume 255, 2023, 114782, ISSN 0147-6513, https://doi.org/10.1016/j.ecoenv.2023.114782.

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de María del Mar Cledera-Castro y Katia Hueso-Kortekaas publicado en The Conversation

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