Alan Turing y la “Bomba” que descifró el secreto nazi

En Bletchley Park, el matemático Alan Turing y su equipo diseñaron la “Bomba”, una máquina capaz de desentrañar los mil giros del Código Enigma, acortando la Segunda Guerra Mundial y dando forma a la informática moderna.

Durante la década de 1930, el ejército alemán confió sus comunicaciones a Enigma, un cifrador rotatorio que transformaba cada letra en uno de mil símbolos posibles y reconfiguraba sus rotores cada dos semanas. Considerado indescifrable, se usó en todos los frentes y en las fuerzas navales con versiones de hasta ocho rotores.

Frente a este muro criptográfico, Reino Unido y Polonia unieron esfuerzos en Bletchley Park, bajo el ala del Government Code & Cypher School (GC\&CS). Mentes brillantes —matemáticos, lingüistas e ingenieros— dedicaron jornadas a manuales de claves sin éxito… hasta la llegada de Alan Turing.

Alan Turing, matemático y pionero de la computación, se sumó al equipo con una intuición revolucionaria: el descifrado debía automatizarse. Junto a Gordon Welchman diseñó la Bomba, una máquina electromecánica que combinaba con métodos estadísticos la búsqueda de las configuraciones más probables de rotores.

«Las Bombas descifraban más de 84 000 mensajes de Enigma al mes para 1943», recuerda el legado de Bletchley Park.

Este avance permitió anticipar operaciones militares y rompió el factor sorpresa del Eje, acortando la guerra en aproximadamente dos años y salvando decenas de miles de vidas.

Cuando la Kriegsmarine añadió tres rotores más a Enigma, Turing ajustó su estrategia. Con documentos alemanes capturados, afinó la máquina y las técnicas estadísticas para desentrañar los mensajes náuticos de ocho rotores. Así, la Bomba marinera recuperó su eficacia y mantuvo abierta la ventana de inteligencia aliada en el Atlántico.

Un genio perseguido

Tras la victoria, Turing enfrentó el peor de los códigos: la homofobia institucional. Acusado de «sodomía», debió elegir entre dos años de cárcel o un tratamiento hormonal. Eligió esto último, que lo sometió a dolores físicos y bloqueo creativo. En 1954, decidió quitarse la vida con una manzana bañada en cianuro.

Décadas después, el Reino Unido reconoció su deuda. En 2009, el primer ministro Gordon Brown calificó su trato de “inhumano y atroz”. En 2013, la Reina Isabel II le concedió el perdón real, sellando la reivindicación de un hombre cuyo trabajo no solo rompió códigos nazis, sino que sembró las bases de la inteligencia artificial y la computación moderna.

La vida de Turing llegó al cine con The Imitation Game (2014), dirigida por Morten Tyldum y protagonizada por Benedict Cumberbatch, galardonada con el Óscar al mejor guión adaptado. La película rescata sus triunfos, su dolor personal y el precio que pagó un genio por cambiar el rumbo de la historia.

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Mary Villarroel Sneshko publicado en Culturizando

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