Volcanes y desplazamientos en el corazón de la Tierra

Nuevas evidencias muestran que el núcleo interno del planeta se deforma, cambia de forma y podría tener movimientos similares a volcanes y derrumbes

A más de 5000 kilómetros bajo nuestros pies, el núcleo interno de la Tierra —una esfera de hierro sólido de unos 2500 kilómetros de diámetro y temperaturas que rondan los 5200 °C— no es tan inmutable como se pensaba. Según un nuevo estudio publicado en Nature Geoscience, su superficie cambia de forma: algunas regiones suben o bajan hasta un kilómetro en apenas unos años. Para los científicos, estas ondulaciones podrían parecerse, a escala subterránea, a montañas emergentes o deslizamientos de tierras.

Aunque estos procesos no tienen efectos directos sobre la vida en la superficie, representan una revolución en nuestra comprensión del interior terrestre. «Es sorprendente que hayan podido detectar cambios tan sutiles y fugaces en el núcleo», comentó Séverine Rosat, geofísica del CNRS en Francia, quien no participó del estudio.

El núcleo: mucho más que un bloque de hierro sólido

La idea tradicional sostenía que el núcleo interno gira y se enfría muy lentamente. Pero el equipo del sismólogo John Vidale, de la Universidad del Sur de California, encontró que eso no explica del todo lo que registran los sismógrafos. Al comparar datos de 168 pares de terremotos ocurridos entre 1991 y 2023 —especialmente en las Islas Sandwich del Sur— y cómo sus ondas atravesaron la Tierra hacia sensores en Alaska y Canadá, hallaron algo inesperado.

En lugar de atribuir los cambios en las señales sísmicas solo a la rotación del núcleo, detectaron variaciones que solo podían explicarse si la superficie del núcleo mismo cambiaba de forma. Por ejemplo, entre 2004 y 2008, las ondas que llegaban a Yellowknife (Canadá) mostraban diferencias que no se veían en las que iban a Alaska, lo cual sugiere deformaciones asimétricas en el núcleo.

¿Volcanes subterráneos? ¿Derrumbes metálicos?

Los científicos creen que podría estar ocurriendo algo similar a lo que pasa en la superficie terrestre. La frontera entre el núcleo interno (sólido) y el núcleo externo (líquido) sería una zona dinámica donde el hierro puede congelarse o fundirse, generando estructuras nuevas. Incluso podrían producirse «eructos» de hierro, como lo describen, o deformaciones empujadas por el flujo del núcleo externo y la gravedad.

Vidale sostiene que estos procesos podrían compararse metafóricamente con volcanes o deslizamientos de tierras, pero no en términos de lava o rocas, sino de movimientos de hierro a temperaturas extremas.

Un viejo debate, con nuevas pruebas

Desde hace años, el geofísico Lianxing Wen, de la Universidad de Stony Brook, defiende la idea de que los cambios en la forma del núcleo son más importantes que su rotación. Para él, este estudio representa una confirmación clave: ya no se puede explicar lo que se observa sin aceptar que el núcleo interno se deforma constantemente.

Lo interesante es que no se trata de una discusión cerrada: los autores del trabajo reconocen que rotación y deformación pueden coexistir. Lo que sí parece estar claro es que el núcleo no es una pieza estática ni uniforme, sino un actor dinámico dentro del sistema planetario.

«Este tipo de estudios requieren datos recopilados durante décadas», concluye Vidale. Y ahora, después de tanto tiempo, las entrañas de la Tierra están empezando a hablar con mayor claridad.

Traducción y redacción de Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Hannah Richter en Science

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