Solemos pensar que el avance de la ciencia es una línea recta hacia la tecnología más sofisticada, pero los datos revelan una realidad mucho más compleja y profunda. Mientras occidente debate sobre la última droga sintética, una inmensa porción de la humanidad gestiona su bienestar de otra manera, una que precede a los hospitales modernos. ¿Se trata solo de una necesidad económica o hay algo en la visión holística que la biomedicina moderna se está perdiendo?
Vivimos en la era de los trasplantes robóticos y la edición genética, pero si levantamos un poco la vista de los microscopios, el panorama de la salud global tiene un color muy distinto al blanco aséptico de los laboratorios. La medicina tradicional, ese compendio de saberes que viaja desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días, dejó de ser un «cuento de abuelas» para consolidarse como una realidad estadística ineludible.
No es una exageración ni una moda pasajera. Según los datos más recientes que maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS), la gran mayoría de sus Estados miembros reportan que entre el 40% y el 90% de su población utiliza actualmente la medicina tradicional. Sí, leíste bien: en algunos lugares, nueve de cada diez personas recurren a estos métodos.
Ahora bien, ¿por qué ocurre esto? La doctora Shyama Kuruvilla, quien lleva la batuta como directora del Centro Mundial de Medicina Tradicional (un organismo creado en 2022 justamente para entender y potenciar este fenómeno), pone sobre la mesa una realidad que duele: la inequidad.
«Dado que la mitad de la población mundial carece de acceso a servicios de salud esenciales, la medicina tradicional es a menudo la atención más cercana o la única disponible para muchas personas», explicó Kuruvilla en la rueda de prensa virtual previa a la gran cita mundial del sector.
Más allá de la necesidad: una elección de vida
Pero ojo, que reducir esto a una simple falta de recursos sería un error de análisis. No es solo que la gente «no tiene otra opción»; hay un cambio de paradigma en cómo entendemos el estar sanos. Para millones de personas, la pastilla que ataca el síntoma ya no alcanza.
«Para muchas otras personas, es la opción preferida porque es personalizada y holística. Está alineada con la biocultura y favorece el bienestar general, en lugar de limitarse a tratar los síntomas de enfermedades específicas», detalló la experta.
Acá es donde la cosa se pone interesante. Según la definición de la propia OMS, estamos hablando de prácticas y conocimientos previos a la biomedicina convencional. El foco está puesto en lo natural y en restablecer ese delicado equilibrio entre la mente, el cuerpo y el entorno. Kuruvilla señala que la demanda explota justamente por los males de nuestra época: las enfermedades crónicas, la crisis de salud mental y el estrés galopante. La gente busca una atención que tenga, ante todo, sentido humano.
La paradoja del presupuesto
Sin embargo, acá nos encontramos con una contradicción que hace ruido. Si casi todo el mundo la usa y la demanda crece, uno esperaría que la ciencia estuviera invirtiendo fortunas en investigarla, ¿no? Bueno, no.
El dato es lapidario: a pesar de su uso masivo, menos del 1% de la financiación mundial para la investigación en salud se destina a apoyar la medicina tradicional. Es una brecha gigante entre lo que la gente hace y lo que la ciencia financia oficialmente.
Lo que se viene en Nueva Delhi
Para tratar de achicar esta brecha y poner orden en el tablero, se viene la Segunda Cumbre Mundial sobre Medicina Tradicional. La cita es del 17 al 19 de diciembre en Nueva Delhi, India, aunque también se podrá seguir de manera virtual. No es una reunión más; allí se van a ver las caras responsables políticos, científicos rigurosos, profesionales de la salud y líderes indígenas.
El objetivo es trazar la cancha de acá a diez años. Se debatirá cómo aplicar la estrategia mundial hasta 2034, buscando algo clave: que la medicina tradicional, complementaria e integrativa sea basada en la evidencia. Nada de improvisar; la idea es regular, colaborar y darle marco científico a saberes ancestrales.
«La Cumbre Mundial tiene por objeto fomentar las condiciones y las colaboraciones necesarias para que la medicina tradicional contribuya a gran escala al florecimiento de todas las personas y de nuestro planeta», concluyó Kuruvilla.
Y como para demostrar que lo ancestral no quita lo tecnológico, la OMS está lanzando una biblioteca mundial de medicina tradicional. Es la primera plataforma digital de este tipo y ya arranca con más de 1,6 millones de registros científicos. Se trata de un esfuerzo monumental para cruzar datos, respetar los conocimientos indígenas y entender la biodiversidad aplicada a la salud.
En definitiva, parece que el futuro de la medicina no está solo en inventar cosas nuevas, sino también en aprender a validar y respetar lo que nos mantuvo vivos durante milenios.
Por Daniel Ventuñuk
