Si hay una historia de éxito en la medicina moderna, es esta. Tenemos una herramienta poderosa que cambió el destino de generaciones enteras, evitando tragedias silenciosas en cada rincón del planeta. Sin embargo, las noticias recientes nos dan un sacudón de realidad: cuando bajamos la guardia, viejos enemigos aprovechan para colarse en nuestras defensas. ¿Por qué, a pesar de tener la solución al alcance de la mano, estamos viendo señales de alarma que creíamos olvidadas?
A veces nos cuesta dimensionar los números grandes, pero hagamos el intento: imaginen a toda la población de un Argentina, Chile y Uruguay sumadas. Bueno, esa es la cantidad de gente que no murió gracias a un pinchazo en el brazo. Entre el año 2000 y el 2024, la vacuna contra el sarampión evitó casi 59 millones de muertes. Una cifra monumental que la Organización Mundial de la Salud (OMS) destacó este viernes con orgullo, aunque —y acá viene la parte complicada— con una advertencia que no podemos ignorar.
La realidad es que el sarampión, ese virus que muchos creían cosa del pasado o de los libros de historia, sigue ahí, agazapado. El año pasado se cobró unas 95.000 vidas, la mayoría chiquitos menores de cinco años. Si bien es una de las cifras más bajas desde el cambio de milenio, para la OMS es sencillamente «inaceptable». Y tienen razón: estamos hablando de una infección que se previene con una vacuna que es eficaz, barata y que se consigue en casi cualquier lado. Que sigan muriendo pibes por esto es una derrota colectiva.
El virus más contagioso del mundo
El problema actual no es solo qué tan letal es el virus, sino cómo se está moviendo. Se estima que en 2024 hubo once millones de infecciones, casi 800.000 más que en 2019, antes de que el COVID-19 nos cambiara la vida.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director general de la OMS, fue clarísimo al respecto y puso el dedo en la llaga sobre la cobertura vacunal: «El virus del sarampión es el más contagioso que existe, y estos datos muestran una vez más cómo aprovecha cualquier brecha en nuestras defensas colectivas».
Y no exagera. El sarampión es un buscador experto de personas no inmunizadas. Tedros agregó que la meta es clara: cuando todos los chicos estén vacunados, «se podrán evitar brotes costosos, salvar vidas y eliminar la enfermedad en países enteros».
Un mapa que cambia de color
Si miramos el globo terráqueo, la cosa está despareja. El aumento de infecciones en 2024 pegó fuerte en tres zonas específicas: el Mediterráneo Oriental, donde los casos subieron un 86% respecto a 2019; Europa, con un salto del 47%; y Asia Sudoriental, con un 42%.
La buena noticia —porque alguna tiene que haber— viene de África, que logró bajar un 40% los casos y un 50% las muertes, en parte porque se pusieron las pilas con la cobertura de vacunación.
Pero ojo, que nadie se confíe. Muchos de estos repuntes se dan en lugares donde los chicos tienen acceso a médicos y comen bien, lo que baja el riesgo de muerte, pero no elimina el peligro. El sarampión no es una gripe fuerte; puede dejar secuelas gravísimas y permanentes como ceguera, neumonía o encefalitis, que es una inflamación del cerebro muy severa.
¿Qué pasó en nuestro barrio?
Acá es donde nos toca de cerca. Hace dos semanas, la OMS tiró una bomba: América perdió su estatus de región libre de transmisión endémica de sarampión. ¿La razón? El virus estuvo circulando al menos doce meses en Canadá.
Es un golpe al orgullo sanitario de la región, que había sido la primera en el mundo en eliminar el sarampión, no una, sino dos veces. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) salió a poner paños fríos aclarando que, salvo Canadá, el resto de los países americanos mantienen su estatus y que esta situación, aunque es un retroceso, «es reversible».
Pero la tendencia preocupa. Si bien todas las regiones del mundo, menos América, tuvieron brotes importantes en 2024, la cosa cambió en lo que va de 2025, donde ya empezamos a ver brotes en varios países de nuestro continente.
El talón de Aquiles: la cobertura
La matemática acá no miente. Para frenar al sarampión, necesitás que el 95% de la población tenga las dos dosis. Es una vara alta, sí, pero necesaria.
Los números de la OMS y UNICEF dicen que en 2024, el 84% de los chicos recibió la primera dosis, pero solo el 76% se dio la segunda, que es indispensable para estar realmente protegidos. Hubo una mejora respecto al año anterior, es cierto, pero sigue sin alcanzar.
Hay más de 30 millones de chicos que quedaron sin la protección suficiente en 2024. La mayoría, un 75%, vive en África y el Mediterráneo Oriental, lugares golpeados por conflictos y pobreza. Pero como vimos con el caso de Canadá, esto no es solo un problema de países con pocos recursos. Cuando la vacunación cae por debajo de ese umbral mágico del 95%, los brotes aparecen, sea en un país de ingresos bajos o en uno del G7.
Luces y sombras hacia el futuro
El 2024 cerró con 59 países reportando brotes grandes o preocupantes, casi el triple que en 2021. Es la cifra más alta desde la pandemia. La OMS explica que, en parte, esto se debe a que se mejoró la vigilancia y se detectan más casos, pero también advierte que los recortes de plata en los programas de inmunización son un tiro en el pie que podría agravar todo.
Aun así, hay esperanza. A finales de 2024, 81 países habían logrado eliminar el sarampión. Y en este 2025 se sumaron más victorias: Cabo Verde, Mauricio y Seychelles se convirtieron en los primeros países africanos en lograrlo, y junto con varias islas del Pacífico, ya suman 96 las naciones libres del virus.
La lección es clara: el sarampión es la primera enfermedad que resurge cuando nos relajamos. Para eliminarlo globalmente, la OMS pide compromiso político y billetera para sostener las campañas. No hay magia, hay ciencia y gestión. Solo así vamos a poder cerrar esas brechas y soñar, de nuevo, con un mundo sin sarampión.
