Parecía que la batalla estaba encaminada, pero los últimos reportes de los máximos organismos de salud cayeron como un baldazo de agua fría. En una fecha clave a nivel global, los datos sugieren que estamos caminando por la cornisa y que, si no se toman medidas urgentes, el escenario podría retroceder a tiempos que creíamos superados.
A veces tenemos la sensación de que la historia de la medicina es una flecha que siempre apunta hacia arriba, hacia la mejora constante. Pero la realidad, lamentablemente, tiene sus propios planes. Al conmemorar el Día Mundial del Sida —ese momento del año donde paramos la pelota cada 1 de diciembre para reflexionar—, dos gigantes como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y UNICEF encendieron todas las alarmas. Y el mensaje es contundente: el mundo corre el riesgo de tirar por la borda décadas de avances en la respuesta al VIH si no pisamos el acelerador ahora mismo.
El foco de esta preocupación no es solo global; nos toca muy de cerca en América Latina y el Caribe, especialmente cuando hablamos de proteger a los chicos, a los adolescentes y a esas poblaciones que, históricamente, han quedado más al margen del sistema.
Un futuro condicionado por la billetera
UNICEF puso sobre la mesa un dato que duele: los logros que costaron tanto conseguir en los últimos años están tambaleando por algo tan terrenal como los recortes de presupuesto. Cuando la financiación baja, la capacidad de los países para sostener los servicios básicos se resiente.
Hagamos un ejercicio de imaginación basado en las proyecciones de UNICEF y ONUSIDA. Si seguimos como estamos ahora, de acá a 2040 tendríamos 1,9 millones de nuevas infecciones infantiles y casi un millón de muertes. Parece mucho, ¿no? Bueno, el escenario pesimista es peor: si la cobertura de los programas se reduce a la mitad, tendríamos que sumar 1,1 millones de chicos más con VIH y 820.000 muertes adicionales.
Anurita Bains, directora asociada de VIH y Sida de UNICEF, lo resumió con una claridad meridiana: «El mundo estaba avanzando; sin embargo, la falta de inversión y las brechas persistentes amenazan con revertirlo todo».
La desigualdad tiene números
Si hay algo que indigna es la desigualdad en el acceso a la salud. Mirá estos números: mientras que el 78% de los adultos con VIH recibe tratamiento antirretroviral, apenas el 55% de los niños accede a lo mismo. Estamos hablando de 620.000 chicos que, hoy, no reciben tratamiento y quedan expuestos a una enfermedad que la ciencia moderna sabe cómo prevenir y controlar.
América Latina: una de cal y una de arena
Siempre miramos a África subsahariana como el epicentro de la epidemia, y es cierto que concentra la mayor carga. Pero no nos confundamos: en nuestro barrio las cosas están complicadas.
La OPS advirtió sobre un fenómeno preocupante en la región: el diagnóstico tardío. Uno de cada tres diagnósticos ocurre cuando el sistema inmunitario ya está pidiendo auxilio a gritos. Esto abre la puerta a infecciones oportunistas con nombres difíciles pero consecuencias devastadoras, como la tuberculosis, la criptococosis o la histoplasmosis.
Actualmente, 2,8 millones de personas viven con VIH en América Latina y el Caribe. Pero acá viene el dato que nos tiene que hacer ruido. Hay dos realidades opuestas conviviendo en el continente:
- El Caribe hizo los deberes y logró reducir las nuevas infecciones un 21% desde 2010.
- América Latina, en cambio, registró un aumento del 13% en el mismo período.
Aunque las muertes bajaron (de 42.000 a 27.000 en Latinoamérica), la región todavía llora unas 38.000 muertes al año por causas relacionadas con el sida. Como bien dijo Jarbas Barbosa, director de la OPS: «Detrás de cada cifra hay una historia, una familia, un sueño truncado». Su llamado es claro: hay que mejorar el tamizaje (las pruebas de detección) y, ante un positivo, iniciar el tratamiento «para ayer».
Los chicos, los más vulnerables
La brecha generacional es una herida abierta. En lo que va de 2024, 120.000 menores de 14 años adquirieron el virus y 75.000 fallecieron. Para que tomemos dimensión: esto equivale a 200 muertes por día.
Y si miramos a los adolescentes (15 a 19 años), el panorama no mejora: 150.000 nuevas infecciones, donde el 66% afecta a las chicas. Si bien esto es muy marcado en África, en nuestra región las desigualdades de género también juegan un partido aparte y preocupante.
Pero no todo es pálida. Entre 2000 y 2024, los servicios de salud evitaron 4,4 millones de infecciones y salvaron a 2,1 millones de chicos. Es decir, cuando se invierte y se trabaja, el progreso es posible. De hecho, 21 países ya certificaron la eliminación de la transmisión de madre a hijo de VIH o sífilis.
Ciencia al rescate: lo que se viene
La buena noticia es que la caja de herramientas científicas se agranda. La OPS destacó nuevas opciones de PrEP inyectable de larga duración. Imagináte un fármaco como el lenacapavir que se administra solo cada seis meses. Esto podría cambiar radicalmente las reglas del juego para la prevención en jóvenes y grupos de riesgo a los que les cuesta mantener una rutina diaria de pastillas.
Además, con el objetivo de llegar a «Cero muertes por SIDA en 2030», este 5 de diciembre se presentará la Alianza regional para la eliminación del VIH en América. Un esfuerzo mancomunado para que la innovación no se quede en los laboratorios y llegue a la gente.
La advertencia final es clara y no admite segundas lecturas: invertir hoy es la única forma de no tirar a la basura décadas de esfuerzo. Diagnosticar temprano y asegurar tratamientos no es solo una cuestión médica, es un imperativo ético para que la próxima generación pueda, finalmente, vivir libre de esta epidemia.
Por Daniel Ventuñuk
