Los récords de calor ya no son noticia, son una tendencia imparable. Un nuevo y demoledor informe de la Organización Meteorológica Mundial confirma que el 2025 se suma al podio de los años más cálidos jamás registrados. Pero el verdadero alerta no está solo en el aire: está en los océanos, en el hielo y, sobre todo, en la velocidad del cambio.
La tendencia al calentamiento extremo continúa sin pausa. Este año, 2025, se perfila para convertirse en el segundo o tercer año más cálido en los 176 años que existen de registros, según alertó este jueves la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
En su más reciente boletín, la agencia de la ONU confirmó que el planeta muestra todos los síntomas de una fiebre que se agrava. Este calor no es un hecho aislado, sino la consecuencia de un sistema desequilibrado: las concentraciones de gases de efecto invernadero siguen en niveles sin precedentes, los glaciares y el hielo marino continúan su rápido retroceso, y los fenómenos meteorológicos extremos provocan daños crecientes en todo el planeta.
Una racha que no se corta
Los datos son contundentes y dibujan una tendencia inequívoca. Cada uno de los últimos once años, desde 2015 hasta 2025, se encuentra entre los once más cálidos jamás registrados. Y los tres últimos (2023, 2024 y 2025) ocupan los primeros puestos de ese podio.
La temperatura media mundial de este año ya se ubica 1,42°C por encima del promedio preindustrial, un valor peligrosamente cercano al límite de 1,5°C que el mundo se comprometió a no superar.
La causa de esta fiebre es clara: los gases de efecto invernadero. Las concentraciones de dióxido de carbono (CO2), metano y óxido nitroso alcanzaron en 2024 sus valores más altos en la historia moderna, y las mediciones preliminares de 2025 indican que siguen aumentando. El CO2, por ejemplo, ha aumentado un 53% [desde niveles preindustriales].
El océano, el gran acumulador
El informe destaca un indicador crítico que a menudo pasa desapercibido: el calor de los océanos. Más del 90% del exceso de energía que atrapan los gases de efecto invernadero se acumula en el mar. En 2025, el contenido calorífico de los océanos también marcó un nuevo récord, superando al de 2024. Esto no es solo un dato; se traduce en olas de calor marinas, pérdida de oxígeno y alteraciones ecológicas severas.
El hielo polar también acusa recibo. La extensión invernal del hielo en el Ártico fue la más baja desde que existen observaciones satelitales, y la Antártida alcanzó mínimos históricos. Paralelamente, el nivel medio del mar ha acelerado su ascenso: pasó de subir 2,1 mm por año en la década de 1990 a 4,1 mm por año en el último decenio, un ritmo que se acelera por el derretimiento de los glaciares y la expansión térmica del propio océano.
El umbral de 1,5°C, «prácticamente imposible»
Esta acumulación de récords llevó a la secretaria general de la OMM, la argentina Celeste Saulo, a ser categórica. Subrayó que esta racha de temperaturas y concentraciones de gases deja claro que será «prácticamente imposible» limitar el calentamiento a 1,5°C para fin de siglo sin sobrepasar temporalmente ese umbral.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, reforzó esta advertencia, recordando que cada año que se exceda ese límite implicará golpes directos a las economías, un aumento de la desigualdad y daños irreversibles.
Una nota de esperanza: las alertas tempranas
El boletín de la OMM, que servirá de documento de referencia en la cumbre climática COP30 en Brasil, no solo trae malas noticias. Destaca un avance positivo: la cobertura de sistemas de alerta temprana ha mejorado drásticamente en la última década, pasando de 56 países en 2015 a 119 en 2024.
Sin embargo, el 40% de los países aún carece de estos sistemas básicos para proteger a su población de los fenómenos extremos. La OMM fue clara: aunque el objetivo de 1,5°C está en grave riesgo, «actuar ahora no es una opción, es una necesidad urgente».
