Ser feliz te puede salvar la vida

¿Puede la felicidad evitar que mueras de cáncer o diabetes? Un nuevo estudio que analizó 123 países dice que sí, pero revela que hay un «piso» mínimo de bienestar para que esta protección se active. La ciencia le puso un número a la felicidad necesaria para que se convierta en un factor de salud pública.

Que la felicidad mejora el estado de ánimo es una obviedad. Pero, ¿hasta qué punto puede, literalmente, salvarnos la vida? Una nueva investigación, publicada en la revista Frontiers in Medicine, ha logrado cuantificar la relación entre el bienestar subjetivo de una nación y su tasa de mortalidad por enfermedades crónicas, revelando un hallazgo tan sorprendente como específico.

El estudio, dirigido por la profesora Iulia Iuga en Rumanía, cruzó datos de 123 países recopilados durante 15 años (2006-2021). De un lado, pusieron la autopercepción de felicidad de la gente (medida con la «Escalera de la Vida», donde cada persona califica su vida de 0 a 10). Del otro lado, pusieron las tasas de mortalidad por enfermedades no transmisibles, como cardiopatías, cáncer, asma o diabetes, que hoy representan el 75% de las muertes en el mundo.

El «umbral de la felicidad»

El resultado más fascinante del estudio no es solo que la felicidad protege, sino cuándo empieza a proteger. Según los científicos, existe un umbral mínimo de bienestar de 2,7 puntos (sobre 10) para que este efecto sea visible.

¿Qué significa esto? Que en países donde el bienestar promedio es extremadamente bajo (por debajo de 2,7), las pequeñas mejoras emocionales no logran traducirse en un beneficio tangible para la salud pública. Sin embargo, una vez que se cruza ese «piso» mínimo, la felicidad se convierte en un poderoso activo.

El estudio calculó que, a partir de ese umbral, cada aumento del 1% en la percepción de bienestar de la población se asocia con una reducción del 0,43% en la mortalidad por enfermedades crónicas. Es la primera vez que se le pone un número tan concreto a la relación entre la política pública del bienestar y la salud física de sus ciudadanos. Y, como para despejar dudas, la profesora Iuga añade un dato tranquilizador: «No encontramos efectos adversos de una felicidad excesiva».

La felicidad no es magia, es inversión

El estudio deja claro que la felicidad no es una emoción etérea que flota en el aire. Los datos muestran una correlación directa: los países con las puntuaciones más altas en la «Escalera de la Vida» son, consistentemente, aquellos que invierten más en salud, cuentan con sistemas de protección social sólidos y tienen gobiernos estables.

El hallazgo, entonces, redefine el concepto de felicidad y lo saca del ámbito de la autoayuda para llevarlo al de la política de Estado. Los autores proponen que las estrategias que promueven el bienestar colectivo —desde la prevención de la obesidad y la mejora de la calidad del aire hasta garantizar el acceso universal a la salud— deben ser vistas como una estrategia sanitaria de primer orden.

«La felicidad no es solo una emoción individual», concluye Iuga, «sino un recurso medible de salud pública que puede salvar vidas».

Iulia Iuga et al. How Happy is Healthy Enough? Uncovering the Happiness Threshold for Global Non-Communicable Disease Prevention. Frontiers in Medicine (2025).

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo publicado en SINC

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