La ciudad que escucha: el pulso humano del urbanismo inteligente

Estamos obsesionados con la «ciudad inteligente», llenando todo de sensores y datos. Pero un nuevo movimiento de urbanismo, con Bogotá como epicentro del debate, se hace una pregunta fundamental: ¿y si la verdadera innovación no fuera la tecnología en sí misma, sino usarla para volver a poner a las personas en el centro de la escena?

El corazón de la vida urbana moderna late a un ritmo digital. Sensores que miden el tráfico, sistemas de alerta temprana para desastres, plataformas de inteligencia artificial para gestionar servicios. La tecnología está rediseñando la forma en que vivimos en las ciudades. Sin embargo, en medio de esta transformación, emerge una pregunta clave: a medida que más y más millones de personas migran a las urbes, ¿cómo nos aseguramos de que toda esta innovación sirva realmente a la gente?

Esa es la pregunta central del Día Mundial de las Ciudades 2025, que este año se celebra en Bogotá, Colombia, bajo el lema «Ciudades inteligentes centradas en las personas». El evento, organizado por ONU-Hábitat, reúne a expertos de todo el mundo para redefinir un concepto que, para muchos, se ha quedado obsoleto.

El riesgo de la «inteligencia» sin humanidad

Para el año 2050, casi el 70% de la humanidad vivirá en áreas urbanas. Esta migración masiva intensificará la demanda de vivienda, servicios y, sobre todo, resiliencia climática. La tecnología parece ser la respuesta obvia, pero su aplicación no está exenta de riesgos. Como advirtió el Secretario General de la ONU, António Guterres, la innovación debe usarse para cerrar brechas, no para ampliarlas.

«Una ciudad verdaderamente inteligente pone a las personas en primer lugar, especialmente a las más vulnerables», dijo Guterres. «Cuando ponemos a las personas en el centro, la innovación digital puede ayudar a impulsar la equidad y la sostenibilidad para todos».

Bogotá: el laboratorio de la experimentación urbana

La elección de Bogotá como sede no es casual. La capital colombiana se ha ganado una reputación mundial por su audacia para experimentar. Proyectos que hoy son estudiados en todo el mundo, como el sistema de transporte TransMilenio o la Ciclovía —que cada domingo transforma cientos de kilómetros de calles en espacios comunitarios sin autos—, demuestran cómo el diseño urbano puede fomentar la conexión social y no solo la eficiencia.

© Alcaldía de Bogotá / Cristian Martínez

Para Elkin Velásquez, director de ONU-Hábitat para América Latina, Bogotá es el ejemplo perfecto de cómo «los datos y el diálogo» pueden moldear un futuro mejor.

De «inteligente» a «perceptiva»

Uno de los oradores principales del evento, el arquitecto e ingeniero Carlo Ratti, director del MIT Senseable City Lab, fue aún más lejos al proponer un cambio de paradigma. «No soy partidario del término ‘ciudad inteligente‘», afirmó. «A menudo implica un sistema de arriba hacia abajo guiado únicamente por la tecnología. Las ciudades deben ser, ante todo, sobre las personas: receptivas, inclusivas y adaptables».

Ratti propone reemplazar esa idea por la de la «ciudad perceptiva». Una ciudad que usa la tecnología no para imponer soluciones, sino para «escuchar y servir mejor a sus ciudadanos».

En una era de emergencia climática, Ratti también desafió la idea misma de crecimiento. «El acto más radical puede ser no construir, o construir de manera diferente», sugirió, priorizando la reutilización y la modernización. Y dejó una reflexión contundente: «En términos de energía y circularidad, un árbol sigue siendo mucho más inteligente que cualquier edificio que podamos diseñar».

La tecnología al servicio de las personas

Pero esta visión centrada en el ser humano no reniega de la tecnología. Al contrario, la utiliza con un propósito. Anacláudia Rossbach, directora ejecutiva de ONU-Hábitat, destacó cómo Bogotá ya aplica este concepto. Mencionó programas como «Ecobarrios» y «Mi Casa», enfocados en la resiliencia y la sostenibilidad, pero también iniciativas digitales como «Chatico», un agente virtual que usa inteligencia artificial para ayudar a los ciudadanos a acceder a servicios o participar en consultas públicas.

«Estos son buenos ejemplos de tecnología e innovación al servicio de las personas y las comunidades», añadió Rossbach. El desafío, concluye el evento, es claro: asegurar que, a medida que nuestras ciudades se vuelven más digitales, las «soluciones inteligentes» sigan siendo, ante todo, «soluciones humanas».

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