El pronóstico para Argentina anticipa una primavera «amable»

Para la Argentina, los próximos meses se perfilan tranquilos: una primavera con temperaturas apenas por encima de lo normal y sin grandes extremos. Pero mientras de este lado del mundo nos preparamos para un respiro, Europa acaba de salir del verano más tórrido de su historia. Dos realidades opuestas que, según los climatólogos, son las dos caras de la misma moneda: el calentamiento global.

Mientras en la región pampeana y el Litoral todavía se lidia con las consecuencias de un invierno bastante húmedo, los pronósticos para la primavera que comienza traen un panorama de relativa calma. Dos informes elaborados por un amplio conjunto de instituciones científicas argentinas coinciden en que, para buena parte del país, tendremos una estación «amable», sin grandes sobresaltos.

Una primavera sin extremos

Según el pronóstico climático trimestral, para los meses de septiembre, octubre y noviembre se esperan temperaturas medias entre normales y levemente superiores a las habituales en la mayor parte del centro y norte del país. Lo más significativo, según un informe de extremos climáticos, es que se prevé una menor ocurrencia tanto de olas de frío como de calor para toda la franja central, desde Cuyo hasta las costas bonaerenses.

«Como viene sucediendo casi siempre volvemos a esperar temperaturas un poco superiores a las normales. Cuando decimos normales, estamos tomando como referencia al promedio de los últimos 30 años. Esto por supuesto está relacionado con el calentamiento global», explica Matilde Rusticucci, investigadora del CONICET y una de las climatólogas más respetadas del país.

En cuanto a las lluvias, se esperan valores normales para Buenos Aires y el Litoral, una noticia que trae alivio pero también preocupación para las zonas ya inundadas. Todo esto, aclara Rusticucci, en un contexto de neutralidad climática (sin influencia de El Niño ni La Niña), lo que siempre añade una cuota de incertidumbre a las previsiones.

El verano que arrasó Europa

Pero mientras el pronóstico local parece benigno, la mirada se vuelve inevitablemente hacia el hemisferio norte, que acaba de atravesar un verano infernal. España vivió el estío más tórrido jamás registrado, con una temperatura media 2,1°C por encima del promedio. El Reino Unido también batió su récord histórico, que databa de 1884, en un evento que, según su servicio meteorológico, ahora es 70 veces más probable debido al cambio climático.

¿Por qué esa diferencia tan brutal entre hemisferios? Rusticucci lo explica no solo como un aumento de la temperatura, sino como una alteración de todo el sistema. «Se modifican los patrones de circulación de aire a nivel global. En particular, en el Mediterráneo hay menos viento (…). Al haber menos viento se enfría menos el agua y se calienta más la superficie del mar. Entonces, el Mediterráneo se constituye en una fuente de calor importante», detalla.

La tendencia que no se detiene

Esa es la clave que une ambas realidades. Nuestra primavera «amable» no significa que estemos a salvo. La temperatura «normal» de hoy es más cálida que la de hace 30 años, y la furia del verano europeo es una advertencia de lo que ocurre cuando la tendencia global se combina con factores regionales.

Matilde Rusticucci.
Fotografía: Diana Martinez Llaser.

«Más allá de que un año en particular pueda superar al pasado por unas décimas de grados, cuando promediás la temperatura en plazos más largos te das cuenta de que los últimos diez años son más calientes que los diez anteriores, y que a su vez éstos fueron más calientes que los diez anteriores y así sucesivamente», se lamenta Rusticucci. «Siempre los últimos 10 años son los más cálidos del registro. Sí, la situación es terrible».

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Gabriel Rocca publicado en NEXciencia

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