Hoy, confirmar un embarazo es tan simple como comprar un test en la farmacia. Pero no hace tanto tiempo, el diagnóstico requería un laboratorio, una jeringa y un animal muy particular: una rana. Esta es la increíble historia de cómo un anfibio se convirtió en el test de embarazo más fiable del mundo y de cómo, sin saberlo, desató una catástrofe ecológica global.
Entre las décadas de 1930 y 1970, la forma más certera de saber si una mujer estaba embarazada era a través de un procedimiento que hoy parece sacado de un cuento: se tomaba una muestra de su orina y se la inyectaba a una rana hembra de la especie Xenopus laevis, la rana africana de uñas. Luego, solo quedaba esperar. Si en las siguientes 18 horas la rana comenzaba a ovular y a poner huevos, el resultado era positivo.

El mecanismo, aunque extraño, tenía una base científica sólida. La orina de una mujer embarazada contiene altas cantidades de la hormona gonadotropina coriónica humana (hCG), la misma que detectan los tests modernos. Resulta que esta hormona es un potente inductor de la ovulación en esta especie de rana. El método era sorprendentemente efectivo —con un 95% de acierto— y económico, lo que provocó que laboratorios de todo el mundo importaran masivamente a estas ranas desde África.
Hecho en Argentina: el test del sapo de Galli Mainini
La «batraciodiagnosis», como se la llegó a llamar, tuvo una versión superadora con sello argentino. En 1947, el médico endocrinólogo argentino Carlos Galli Mainini descubrió que el sapo común macho de nuestro país (Rhinella arenarum) también reaccionaba a la hormona hCG.

Su método era aún más ingenioso y mucho más rápido. Se le inyectaba la orina al sapo macho y, si la mujer estaba embarazada, el sapo producía y expulsaba espermatozoides en su propia orina en tan solo dos o tres horas. El médico luego tomaba una muestra de la orina del sapo y la observaba al microscopio. La presencia de espermatozoides confirmaba el embarazo.
El trágico epílogo: la pandemia que nadie vio venir
La historia de estos ingeniosos tests biológicos podría haber quedado como una simple anécdota de la medicina del siglo XX, pero tuvo un final oscuro y devastador. Con la llegada de los tests de embarazo modernos en la década de 1960, los miles de ranas africanas que habían sido importadas a laboratorios de todo el mundo se volvieron inútiles.
En lugar de ser devueltas a su África natal, la gran mayoría fueron liberadas en ecosistemas locales. Lo que nadie sabía en ese entonces era que estas ranas eran portadoras asintomáticas de un hongo letal para otros anfibios: el Batrachochytrium dendrobatidis.
La liberación de las ranas de laboratorio desató una pandemia fúngica a nivel mundial que ha sido calificada como una de las peores catástrofes para la biodiversidad. Se estima que este hongo, esparcido por el mundo a causa de un test de embarazo, fue el responsable directo de la extinción de aproximadamente 200 especies de ranas y sapos. Una lección brutal sobre cómo una solución brillante en un campo de la ciencia puede tener consecuencias imprevistas y trágicas en otro.
Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Juan Bacallado publicado en Culturizando
