Sentimos «mariposas en el estómago» con los nervios y «pensamos con las tripas» al tomar una decisión. Estas frases populares no son solo metáforas. La ciencia ha demostrado que, oculto en nuestro aparato digestivo, tenemos un «segundo cerebro» con millones de neuronas que toma decisiones, aprende y recuerda por sí mismo.
La digestión es un proceso de una complejidad asombrosa. Tanto, que nuestro cuerpo le ha dedicado un sistema nervioso casi exclusivo para gestionarla. Se lo conoce como Sistema Nervioso Entérico (SNE) y, por su increíble autonomía y potencia, los científicos no han dudado en apodarlo nuestro «segundo cerebro».
Este cerebro oculto no es una masa gris en nuestro abdomen. Es una finísima red de más de 100 millones de neuronas —más de las que hay en toda la médula espinal— que recubre las paredes de nuestro tubo digestivo, desde el esófago hasta el colon.
¿Qué hace exactamente este cerebro oculto?
La función principal del SNE es ser el director de orquesta de toda la digestión. Se encarga de coordinar las contracciones musculares para mover el alimento, de regular el ambiente bioquímico para que las enzimas trabajen, y de enviar al cerebro «de arriba» las señales fundamentales de hambre y saciedad.
Pero su capacidad más fascinante es que puede aprender y memorizar. Este segundo cerebro recuerda cómo debe reaccionar el organismo frente a cada tipo de alimento que ingerimos, ajustando la respuesta digestiva según nuestras experiencias pasadas.
Un sistema nervioso en miniatura

Imagen: Pixabay.
La razón por la que se lo considera un «cerebro» es que posee un circuito nervioso completo y puede tomar muchas decisiones sin necesidad de consultar al sistema nervioso central. Al igual que el cerebro principal, el SNE tiene:
- Neuronas sensoriales: Que actúan como «sensores» y le informan qué tipo de nutrientes han llegado al estómago o al intestino.
- Interneuronas: Que funcionan como «procesadores», integrando la información y decidiendo la respuesta adecuada.
- Neuronas motoras: Que son las «ejecutoras» y envían las órdenes a los músculos del intestino para que se contraigan o se relajen.
Este sistema autónomo es el responsable de muchas de las sensaciones que asociamos con la panza. Esas «mariposas» que sentimos no son más que el SNE reaccionando al estrés y alterando el flujo sanguíneo del estómago.
Así que la próxima vez que tomes una decisión «de tripas» o sientas un nudo en el estómago, recordá que no es solo tu imaginación. Es la voz de tu segundo cerebro, esa increíble y compleja red neuronal que, silenciosamente, trabaja sin descanso para mantenernos en funcionamiento.
Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo publicado en Culturizando
