Revelan el momento exacto en que los humanos cambiamos la evolución animal

Durante 7.000 años, la evolución de los animales salvajes y los domésticos fue de la mano, como si siguieran una misma melodía. Pero hace un milenio, algo rompió esa sincronía y sus caminos se separaron para siempre. Un nuevo estudio, basado en el análisis de más de 200.000 huesos, revela cómo la actividad humana se convirtió en la principal fuerza evolutiva del planeta.

Un exhaustivo estudio de la Universidad de Montpellier, en Francia, acaba de poner en evidencia el profundo impacto que los seres humanos hemos tenido en la evolución del tamaño de los animales. Analizando más de 225.000 huesos de 311 yacimientos arqueológicos del Mediterráneo francés, que abarcan los últimos 8.000 años, los investigadores descubrieron un punto de quiebre en la historia natural.

Siete milenios de evolución en paralelo

La primera gran revelación del estudio, publicado en la revista PNAS, es que desde el Neolítico hasta principios de la Edad Media (entre el 6000 a.C. y el 1000 d.C.), la envergadura de las especies salvajes y domésticas evolucionó de manera similar. Ciervos y zorros, por un lado, y vacas y ovejas, por el otro, parecían responder en conjunto a las mismas presiones ambientales y a la incipiente influencia humana. Sus tamaños aumentaban o disminuían en una sincronía que duró milenios.

El milenio en que todo cambió

Pero durante la Edad Media, alrededor del año 1000, esa armonía se rompió. La presión humana se intensificó y los caminos evolutivos se bifurcaron drásticamente:

  • Los animales salvajes empezaron a encogerse: El aumento de la caza y la fragmentación de sus hábitats generaron una presión selectiva inversa. Al cazar preferentemente a los ejemplares más grandes y fuertes (como ciervos o jabalíes), los humanos, sin saberlo, favorecieron la supervivencia y reproducción de los individuos más pequeños, que pasaron sus genes a las siguientes generaciones.
  • Los animales domésticos empezaron a agrandarse: Al mismo tiempo, tomamos el control directo de la evolución de las especies domesticadas. A través de la ganadería y la cría selectiva, comenzamos a elegir y reproducir deliberadamente a las vacas más grandes, los cerdos más robustos y las ovejas más lanudas. En pocos siglos, su tamaño aumentó considerablemente para satisfacer nuestras necesidades.

Como concluyen los autores, estos hallazgos «subrayan el creciente impacto de las actividades humanas en las poblaciones silvestres». La investigación demuestra con evidencia arqueológica cómo, en un momento determinado de la historia, nos convertimos en la principal fuerza escultora de la evolución animal, agrandando a nuestros aliados y, sin querer, achicando al mundo salvaje.

Referencia:
Cyprien Mureau et al. «8,000 years of wild and domestic animal body size data reveal long-term synchrony and recent divergence due to intensified human impact». PNAS (2025).

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