¿Existe una edad en la que envejecemos mucho más rápido?

El paso del tiempo no se siente siempre igual y nuestro cuerpo lo sabe. Ahora, la ciencia se asoma al interior de nuestros órganos para buscar el momento exacto en que algo hace «clic». ¿Hay un interruptor que de repente pisa el acelerador del envejecimiento?

Es una advertencia que se pasa de generación en generación: envejecer no es una línea recta y tranquila. A veces, parece que los años no pasan; otras, que nos cayeron todos juntos de un día para el otro. Ahora, un estudio exhaustivo publicado en la revista Cell le pone el sello de la ciencia a esa sensación popular, y sugiere que el cuerpo tiene sus propios puntos de quiebre.

La investigación, que analizó cómo cambian las proteínas a lo largo del tiempo en distintos órganos, encontró un punto de inflexión clave: alrededor de los 50 años, el proceso de envejecimiento parece acelerarse notablemente.

Pero ojo, no hay que entrar en pánico. Como aclara Maja Olecka, una investigadora del Instituto Leibniz sobre el Envejecimiento en Alemania, aunque la idea de que existen «oleadas de cambios» cobra cada vez más fuerza, todavía es difícil sacar una conclusión general sobre cuándo ocurren exactamente esos momentos bisagra.

Un espía dentro de los tejidos

Para entender por qué algunos parecemos tener «partes del auto que se gastan más rápido», como dice el genetista Michael Snyder de la Universidad de Stanford, un equipo liderado por Guanghui Liu, de la Academia China de Ciencias, hizo algo novedoso. En lugar de solo analizar la sangre, tomaron muestras de tejidos de 76 personas de entre 14 y 68 años. Los órganos representaban ocho sistemas del cuerpo, desde el cardiovascular hasta el digestivo.

Al crear un catálogo de las proteínas presentes, encontraron varias pistas. Las primeras señales de cambio aparecieron temprano, cerca de los 30 años, en la glándula suprarrenal, la fábrica de varias de nuestras hormonas. «Esto encaja con la idea de que el control hormonal y metabólico es un asunto central», comenta Snyder. «Ahí es donde ocurren algunos de los cambios más profundos a medida que envejecemos».

Pero el gran sismo molecular ocurrió entre los 45 y los 55 años. Y el epicentro fue la aorta, la arteria principal que saca la sangre oxigenada del corazón. El cambio allí fue tan dramático que el equipo logró identificar una proteína producida en la aorta que, al ser administrada a ratones, provocó en ellos signos de envejecimiento acelerado. Esto llevó a Liu a especular que los vasos sanguíneos podrían actuar como «conductos», llevando moléculas que promueven el envejecimiento a todos los rincones del cuerpo.

El rompecabezas del tiempo

Este hallazgo se suma a otros que también buscan los puntos de inflexión de la vida. El propio equipo de Snyder había encontrado picos de envejecimiento alrededor de los 44 y 60 años en un estudio anterior. Otros trabajos incluso marcan una aceleración cerca de los 80.

¿Por qué las diferencias? Según Liu, depende de qué se mida (sangre o tejidos), de las poblaciones estudiadas y de los métodos de análisis. La esperanza es que, a medida que se acumulen más datos, las piezas del rompecabezas empiecen a encajar y revelen las vías moleculares clave del envejecimiento.

La buena noticia es que, según Olecka, los datos se van a acumular rápido. Los científicos ya no se conforman con comparar «jóvenes» contra «viejos», sino que están realizando estudios mucho más detallados a lo largo del tiempo. Y es que la pregunta fundamental sigue abierta, flotando en el aire del laboratorio: «Actualmente, no entendemos qué es lo que gatilla este punto de transición», admite. «Es un campo emergente realmente intrigante».

Referencias:
doi: https://doi.org/10.1038/d41586-025-02333-z

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Heidi Ledford publicado en Nature

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