Olas de Ciencia en la Nieve Mortal

Cómo dos físicos argentinos pusieron rigor en la adaptación de El Eternauta

La reciente serie basada en la legendaria historieta de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López se convirtió en un fenómeno global. Una de sus mayores virtudes es haber incorporado ciencia real al corazón de su trama apocalíptica: el director Bruno Stagnaro contó con la asesoría de los físicos Pablo Mininni (CONICET–Exactas UBA) y Gastón Giribet (NYU–Exactas UBA) para dotar de verosimilitud a la amenaza de la “nieve mortal”. NEXciencia los entrevistó para recorrer su colaboración, el delicado equilibrio entre ciencia y ficción, y las distopías que resuenan con nuestros miedos actuales.

De Buenos Aires a la zona solar

Oesterheld definió a su protagonista como “un héroe colectivo, nunca individual”: esa fuerza grupal late ahora tanto en la pantalla como en la mesa de trabajo entre director y científicos. Hace más de cinco años, Giribet y Stagnaro se reunieron por primera vez en un bar porteño; poco después, Mininni se sumó al diálogo. «El objetivo inicial era generar ideas», recuerda Giribet.

  • Cinturón de Van Allen: ¿Podría un cambio brusco del campo magnético permitir que partículas de la banda de radiación llegaran a la superficie y desencadenaran la catástrofe?
  • Fulguraciones solares y supernovas: ¿y si un pulso electromagnético masivo dejara sin señales de radio a todo el planeta?

Mininni aportó su experiencia en magnetismo terrestre y solar para explicar cómo esos fenómenos podrían traducirse en la nieve asesina que silencia Buenos Aires.

«El guión está muy bien hecho», señala Mininni. «Arranca con rigor —la nieve no cae de naves, sino de un evento magnético natural—, y luego suelta amarras: la ficción pide licencias». Por su parte, Giribet defiende la frontera híbrida de la ciencia ficción: «No es ciencia, pero tampoco es pura fantasía».

¿Cómo funciona el campo magnético?

  • El núcleo líquido de la Tierra, en rotación y convulsión, genera corrientes eléctricas que protegen el planeta.
  • Cada decena de miles de años invierte sus polos; el proceso dura siglos y debilita temporalmente esa barrera.
  • Sin ella, el viento solar erosiona la atmósfera y destruye la electrónica: un evento Carrington de gran magnitud asolaría satélites y comunicaciones.

En la primera escena de la serie, una aurora boreal ilumina el cielo porteño: un guiño científico y estético que anticipa el colapso.

Distopía local con mirada global

En los cincuenta, el miedo era nuclear; hoy, el verdadero terror proviene del clima extremo, los asteroides o un colapso geomagnético. Stagnaro interpretó esta mutación de temores y la plasmó en una “nieve” que no invade desde el espacio, sino que brota del propio planeta. Así, la serie conecta la épica argentina de Oesterheld con los desafíos reales del siglo XXI:

  • Cambio climático como enemigo invisible
  • Tecnología frágil ante pulsos cósmicos
  • Colectividad como escudo contra el desastre

Entre la nostalgia y la innovación

Favalli, el personaje “científico” en pantalla, sostiene entre sus manos volúmenes antiguos de física: una elección deliberada para equilibrar credibilidad y ternura nostálgica. Mientras la historieta celebraba su rudeza clase B, la serie amplía su arsenal con debates sobre magnetósfera y viajes espaciales, sin perder el pulso humano que hace de El Eternauta un clásico imperecedero.

La adaptación de El Eternauta demuestra que, al igual que en la resistencia postapocalíptica de Buenos Aires, en el arte –y en la ciencia– “nadie se salva solo”. Gracias al aporte de Mininni y Giribet, la serie no solo entretiene: educa, despierta preguntas y nos recuerda que, a veces, la mayor ficción es creer que podemos ignorar las leyes del universo.

Por Daniel Ventuñuk
En base al artículo de Adrián Negro publicado en NEXciencia

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