Camélidos andinos, fibras de historia y futuro entre las montañas

En el Año Internacional de los Camélidos, declarado por la FAO, criadores de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú ponen en valor la fibra, la resiliencia y el legado cultural de estos animales esenciales para la economía rural, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad de los ecosistemas altoandinos

En las alturas de los Andes, donde escasea el agua y la altitud vuelve áspera la vida, las llamas, alpacas, vicuñas y guanacos no solo pastan: tejen la historia de pueblos enteros. Son alimento, abrigo, sustento económico, pero también son cultura, identidad y resistencia. Por eso, en 2024 —Año Internacional de los Camélidos— sus criadores se hicieron oír.

Declarado por la FAO, este reconocimiento internacional busca visibilizar el rol de estas especies en la seguridad alimentaria, la sostenibilidad ambiental y el patrimonio vivo de las comunidades andinas. Desde Jujuy hasta Puno, desde el altiplano boliviano hasta el altocotidiano de los pueblos del norte chileno, cientos de familias recordaron al mundo que sin camélidos, no hay futuro posible en estas tierras.

Legado que se camina

Diego Fabián, productor argentino, lo sintetiza sin rodeos: «Mi padre y mi abuelo me enseñaron a respetar la naturaleza y a cuidar de los animales como parte de nuestra cultura». La crianza de camélidos no es solo un medio de vida: es una pedagogía milenaria, transmitida con cada jornada de pastoreo y cada ovillo de fibra que se hila a mano.

Los camélidos sostienen desde hace siglos una economía adaptada al terreno y al clima, pero además ofrecen respuestas locales frente al cambio global. El criador chileno Conrado Blanco Mamani, de 65 años, lo sabe bien: «La ganadería camélida no solo nos alimenta, también protege el medio ambiente».

Cambio climático en los bofedales

El impacto del calentamiento global en la región andina ya no es una predicción: es una evidencia. Las sequías prolongadas y las heladas extremas están degradando bofedales, esos humedales de altura que funcionan como oasis para los camélidos y las personas.

Roberta Rivera, criadora boliviana, lo vive día a día. «Tenemos que ser resilientes, aprender nuevas tecnologías, pero nunca perder nuestras raíces», afirma. Diego, desde Argentina, decidió diversificar: complementa la cría de llamas con cultivos de quinua y papa, para sostener el equilibrio del ecosistema y de su economía familiar.

Tejiendo igualdad

Las mujeres tienen un rol central en esta historia. Roberta resalta cómo hoy también son ellas quienes cuidan, transforman y venden los productos derivados de la llama. En Perú, Inés se convirtió en referente entre las alpaqueras de su comunidad. Con esfuerzo y formación, logró incluso llevar sus prendas hasta Europa, invitada por la FAO. «Nuestro trabajo con las alpacas no es solo para subsistir, es una forma de mantener vivas nuestras tradiciones», sostiene.

Ambas mujeres son testimonio de un cambio generacional y de género: ellas no solo pastorean, también lideran. El charque, las artesanías, las ferias, los conocimientos sobre reproducción y sanidad animal: todo lo que se transmite entre mujeres sostiene al conjunto de la comunidad.

Fibra fina, diseño andino

La lana de camélidos llegó incluso a las pasarelas. La marca ecuatoriana Paqocha trabaja desde 2006 con comunidades productoras de Ecuador y Perú, promoviendo la alta calidad de la fibra de alpaca como insumo textil de diseño, sin desarraigarla de su contexto social. «El Año Internacional de los Camélidos nos recordó la importancia de esta cadena de valor para el desarrollo sostenible», señala Felipe Segovia, uno de sus fundadores.

Este cruce entre saber ancestral y mercado global no es menor: permite generar ingresos, promover el arraigo, y evitar que el abandono rural arrase con prácticas que no solo sostienen economías, sino también mundos.

Una agenda compartida para el futuro

Por el impacto alcanzado, el Año Internacional de los Camélidos continuará en 2025. Del 7 al 9 de mayo se celebró en Antofagasta (Chile) el Segundo Encuentro Regional de Camélidos Sudamericanos. Allí se reunieron autoridades, técnicos, artesanos, productores y representantes del sector privado para avanzar en políticas conjuntas.

Ese espacio fue clave para seguir fortaleciendo este sector estratégico en términos ambientales, culturales y productivos. Porque, como dejó claro este año, cuidar a los camélidos no es solo una cuestión de biodiversidad: es también defender el derecho a habitar dignamente en los Andes.

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