En el aniversario del nacimiento de Bernardo Houssay, se repasan algunos de los avances del CONICET que hoy mejoran la salud, la agroindustria, la educación y la tecnología en nuestro país
Bernardo Houssay, médico, farmacéutico y el primer científico latinoamericano en ganar un Premio Nobel –el Nobel de Fisiología y Medicina en 1947–, no solo forjó una carrera brillante investigando el comportamiento de la diabetes, sino que también fundó, en 1958, el CONICET. En honor a su legado, cada 10 de abril en Argentina se celebra el Día del Investigador Científico. Houssay manifestó: «No deseo estatuas, placas, premios, calles o institutos cuando muera; deseo que mi país contribuya al adelanto científico y cultural del mundo actual, que tenga científicos cuya obra sea beneficiosa para la especie humana».
Más de medio siglo después, diversos investigadores del CONICET continúan haciendo honor a esa visión, desarrollando proyectos de alto impacto que abordan desafíos en áreas clave.
Biotecnología que mejora la salud cotidiana
Desde el rápido avance en biotecnología, la historia de la investigadora María Pía Taranto es un ejemplo inspirador. En un proyecto multidisciplinario realizado en el Centro de Referencia para Lactobacilos (CERELA), su equipo, junto a otros investigadores, desarrolló CRL1505, una bacteria láctica que refuerza el sistema inmunológico y actúa como probiótico. Hoy, esta bacteria forma parte del yogur de la marca Yogurísimo de Danone, y su envase luce orgullosamente el logo del CONICET. Taranto comenta: «Al verlo siento una profunda satisfacción ya que representa el impacto que la ciencia puede tener en la vida cotidiana, llevando innovación y salud a las personas, que es el propósito que todo científico anhela: poder transformar el resultado de años de investigación en soluciones para la sociedad a la que pertenecen».
Este logro es un claro ejemplo de cómo la asociación entre la academia y la industria puede transformar proyectos con un enfoque social en productos accesibles para toda la comunidad.
Innovaciones en salud animal y seguridad alimentaria
En el ámbito agropecuario, el investigador Andrés Wigdorovitz, fundador de Bioinnovo SA, se destaca por su contribución al desarrollo de vacunas y kits de diagnóstico que han revolucionado la salud animal. Fue uno de los creadores de la primera vacuna contra el Virus de la Diarrea Viral Bovina, que en cuatro años ha permitido disminuir la mortalidad en terneros hasta en un 33 %. Wigdorovitz expresa con entusiasmo: «Esta vacuna tuvo un alcance muy positivo en los usuarios. No existía nada igual en el mercado mundial y lo que vimos fue que la adoptó totalmente el mercado, convirtiéndose en la vacuna que usan la mayoría de los productores tecnificados».
Para el investigador, este logro no es solo un avance técnico, sino un verdadero gesto de retribución a la comunidad, algo que describe con cariño como «la frutilla del postre».
Avances en el diagnóstico y tratamiento del retinoblastoma
Otra muestra del impacto del trabajo en ciencia se encuentra en el campo de la salud pediátrica. La investigadora Paula Schaiquevich, desde la Unidad de Tratamientos Innovadores del Hospital Garrahan, dirige una línea de trabajo para detectar tempranamente el retinoblastoma metastática, un cáncer ocular pediátrico que afecta a uno de cada 17.000 nacidos vivos. Junto a Pedro Zubizarreta, jefe del Servicio de Hematología y Oncología del Garrahan, resaltan la importancia de la colaboración interdisciplinaria para aplicar terapéuticas efectivas y reducir el pronóstico en pacientes, enfatizando: «Contar con grupos de investigación del CONICET desde hace más de 15 años dentro del hospital ha sido muy beneficioso para aplicar terapias efectivas a los pacientes pediátricos con retinoblastoma intraocular».
Innovaci\u00f3n digital para la salud mental
El impacto de la ciencia no se limita a la salud física. Federico Daray, médico especialista en Psiquiatría y Medicina Legal, desarrolló la aplicación CALMA, una herramienta móvil que previene el suicidio en jóvenes y adolescentes. Daray explica con convicción: «Esta app interviene en momentos agudos, ofreciendo contención emocional en situaciones de crisis, y también ayuda a los jóvenes a reconocer la conducta suicida como un problema de salud mental, brindándoles recursos y estrategias para pedir ayuda».
La herramienta, ampliamente valorada por los usuarios, se presenta como un complemento que potencia el trabajo de los terapeutas, demostrando que la innovación digital puede ser un aliado en el abordaje de problemáticas complejas.
Ciencia e industria en síntesis: del laboratorio al mercado
Hugo Menzella, director del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos (IPROBYQ), es el creador de Keclon, una empresa de base tecnológica que diseña enzimas de alta eficiencia para diversas industrias. Menzella se emociona al comentar: «Es lindo escuchar que las enzimas son buenas, gustan y en última instancia sirven para mejorar la vida de las personas. Con su venta se producen regalías que le quedan al país».
Esta innovación permite aumentar los rendimientos productivos y reducir los residuos en industrias tan variadas como la alimenticia, la aceitera, la de biocombustibles y la cosmética.
Nuevas fronteras en la lucha contra el cáncer
Ezequiel Nazer, científico del CONICET en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias, ha descubierto que los eRNAs pueden activar genes implicados en el crecimiento tumoral en el cáncer de mama. Al bloquear la función de la proteína AGO1, identificaron una potencial estrategia terapéutica para frenar la activación de ciertos genes tumorales. Nazer afirma con entusiasmo: «Ver que los resultados pueden abrir nuevas puertas para futuros tratamientos me da esperanza de pensar que lo que hacemos en el laboratorio podría, con el tiempo, traducirse en una forma más precisa y efectiva de combatir la enfermedad».
Este hallazgo abre posibilidades de utilizar AGO1 tanto como marcador para identificar tumores agresivos como target terapéutico.
Ciencia aplicada a la extracción de recursos
El geólogo Diego Guido, investigador del CONICET y director del Instituto de Recursos Minerales (UNLP-CIC), demuestra que la ciencia también puede traducirse en asesoramiento inmediato para la industria. A través de su empresa DG Exploraciones, ha aplicado modelos predictivos que han permitido descubrir nuevos recursos minerales y optimizar procesos productivos en minas. Guido destaca: «Realizamos asesoramiento a empresas para obtener resultados con aplicación inmediata, lo que genera una profunda satisfacción y entusiasmo, ya que optimiza los negocios y reduce costos en la actividad exploratoria».
Innovación agrobiotecnolóica y desarrollo sustentable
Raquel Chan, directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL, CONICET-UNL), es un ejemplo del impacto de la ciencia en el sector agronómico. Durante dos décadas trabajó en conjunto con la empresa Bioceres Crop Solutions para desarrollar la tecnología HB4®, que ha transformado las semillas de soja, maíz y trigo en cultivos tolerantes a la sequía. Chan expresa: «La industria apoyó y festejó nuestras investigaciones para llegar a los resultados alcanzados, que hoy se plasman tanto en productos comercializados a nivel global como en publicaciones de impacto internacional».
Además, remarca la importancia de seguir innovando para disminuir el impacto del déficit hídrico, contribuyendo de esta manera no solo a la economía del sector, sino a la generación de nuevas tecnologías que posicionen a Argentina como un referente en innovación agroalimentaria.
Un legado que trasciende generaciones
Cada una de estas historias es un testimonio del legado de Bernardo Houssay y la capacidad transformadora del CONICET. Desde la biotecnología que mejora la salud cotidiana y la seguridad alimentaria, hasta las innovaciones en salud mental, diagnóstico y la extracción de recursos, la ciencia argentina demuestra que los avances pueden tener un impacto directo y positivo en la vida de las personas.
«Cuando los docentes y las familias hoy nos cuentan cómo las infancias se entusiasman con las actividades que proponemos, sentimos que el esfuerzo tiene sentido. Saber que lo que hacemos puede contribuir a reducir desigualdades es una alegría y una fuente de motivación para seguir investigando», concluye Celia Rosemberg, quien ha dedicado treinta años a estudiar el desarrollo lingüístico y cognitivo de los niños.
El compromiso, la colaboración entre el sector público y el privado, y la intersección de diversas disciplinas evidencian que la investigación no es solo un legado del pasado, sino una herramienta viva que mejora el presente y allana el camino hacia un futuro más justo y próspero para todos los argentinos.
