Con la proyección de que 2400 millones de personas más vivirán en zonas urbanas en los próximos 20 años y un aumento adicional de al menos 0,5 grados centígrados en las ciudades, la agencia responsable del desarrollo urbano sostenible advierte sobre la necesidad de una financiación y planificación adecuadas.
Mientras avanzan las negociaciones de la COP29 en Bakú, la directora ejecutiva de ONU-Hábitat, Anaclaudia Rossbach, alertó en una reunión ministerial que el desarrollo urbano rápido y sin planificación representa una amenaza para la biodiversidad, el medio ambiente y la seguridad alimentaria.
De acuerdo con ONU-Hábitat, organismo dedicado a los asentamientos humanos y el desarrollo urbano sostenible, este fenómeno también genera fragmentación social y deterioro financiero.
Si bien el sector de la construcción es responsable del 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero, Rossbach enfatizó que para cumplir con las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2030, sería necesario construir 96 viviendas por día.
Por este motivo, subrayó la importancia de contar con una financiación adecuada y con cooperación en todos los niveles.
«Sí, necesitamos más financiación para las ciudades. Necesitamos planificar y establecer prioridades. La tierra es escasa y tiene que cumplir sus funciones sociales y ecológicas. Las necesidades sociales y de vivienda son enormes», expresó Rossbach.
Las ciudades se calientan más rápido
Actualmente, la mitad de la población mundial vive en ciudades, y se estima que 2.400 millones de personas más se trasladarán a áreas urbanas en los próximos 20 años, lo que las convierte en un factor clave de las emisiones globales.
Al mismo tiempo, las ciudades enfrentan de manera desproporcionada los efectos del cambio climático. Según el informe Ciudades del Mundo de ONU-Hábitat, estas áreas podrían experimentar un aumento adicional de al menos 0,5 grados centígrados en su temperatura de aquí a 2040.
Sin embargo, las acciones para mitigar el impacto del cambio climático en estos entornos urbanos siguen siendo insuficientes.
Turismo insostenible
Por primera vez, la COP debatió el impacto del turismo en el cambio climático.
En 2023, el sector turístico se recuperó del impacto provocado por la pandemia de COVID-19, con llegadas internacionales que alcanzaron casi el 90% de los niveles previos a la crisis sanitaria. Ese año, el turismo contribuyó con un 3% al Producto Bruto Interno (PBI) global, equivalente a 3,3 billones de dólares, y empleó a una de cada diez personas en todo el mundo.
En una entrevista con UNifeed, la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen, destacó la necesidad de que los participantes de la COP29 garanticen que la industria turística reduzca su huella de carbono.
«Tenemos que entender que el sector turístico se ve afectado por el cambio climático. Por lo tanto, es a la vez víctima y contribuyente al cambio climático. Por eso es muy importante que esta COP se centre por primera vez en el turismo», sostuvo Andersen.

Las torres Bosco Verticale (Bosque Vertical) de Milán (Italia), autosuficientes en gran medida desde el punto de vista energético, ofrecen una visión del futuro de la vida sostenible.
¿Quién paga?
Uno de los puntos críticos en las negociaciones de la última semana es el origen de los cientos de miles de millones, o incluso billones, de dólares que los países en desarrollo afirman necesitar para adaptarse a un clima que se calienta rápidamente. Las opciones planteadas incluyen aportes de gobiernos de países ricos, bancos multilaterales o el sector privado.
Las conversaciones en Bakú giran en torno a establecer un nuevo objetivo de financiación climática que brinde a los países más vulnerables los recursos necesarios para implementar medidas más contundentes contra el cambio climático.
De acuerdo con el PNUMA, Cedric Schuster, presidente de la Alianza de los Pequeños Estados Insulares, afirmó que la «máxima prioridad» es garantizar niveles mínimos de asignación: 39.000 millones de dólares anuales para los pequeños Estados insulares en desarrollo y 220.000 millones de dólares anuales para los países menos adelantados, ambos en términos de subvenciones equivalentes.
«Cualquier texto [de resultados] que no incluya estos aspectos no será aceptable para estos grupos», enfatizó Schuster.
Deuda climática
El ministro de Medio Ambiente y Cambio Climático de Sierra Leona, Jiwoh Abdulai, expresó una inquietud compartida por muchos países en desarrollo: la forma que debería adoptar este financiamiento.
«No utilicen la palabra donante», declaró el martes. «Eso implica caridad. Hay una deuda climática que hay que pagar. Estamos hablando de vidas y medios de subsistencia. Nuestra gente está pagando con su vida».
Otro tema de debate fue la definición de «país en desarrollo». Algunos negociadores argumentaron que naciones como China o ciertos Estados del Golfo ya no deberían entrar en esta categoría, dado el crecimiento de sus economías desde la adopción de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1992.
Cecilia Kinuthia-Njenga, directora de la División de Apoyo Intergubernamental y Progreso Colectivo de la Convención, señaló que cada delegación llega a la COP29 con sus aspiraciones y expectativas.
«En el multilateralismo, los resultados a veces son distintos de lo que imagina cualquier país. Esto subraya la importancia de la flexibilidad, la cooperación y la voluntad de adaptarse a las circunstancias cambiantes y a las relaciones internacionales», concluyó Kinuthia-Njenga.
