Los profundos recortes presupuestarios están sembrando el caos y la creatividad.
Reutilizar botellas viejas, tomar prestados suministros y equipos en lugar de comprarlos, analizar datos antiguos en lugar de recopilar nuevos: estas son solo algunas de las estrategias que están utilizando los científicos en Argentina para seguir trabajando frente a una de las crisis de financiamiento más severas que hayan experimentado.
«Los grifos [de financiación] están cerrados… Nunca había sido tan extremo», dice Galo Soler Illia, nanobioquímico de la Universidad Nacional de San Martín y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET).
Desde que el presidente Javier Milei asumió el cargo hace ocho meses, ha recortado agresivamente el gasto público y reducido el déficit presupuestario en un esfuerzo por reactivar la atribulada economía argentina. Aunque Milei no ha cumplido su amenaza de cerrar el CONICET, que emplea a la mayor parte de los científicos argentinos y financia las operaciones diarias de más de 280 institutos de investigación, el presupuesto de la agencia caerá un 25,5% en términos reales este año, según un informe del Grupo EPC del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad. Se prevé que la financiación de una segunda agencia de financiación importante, la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), caiga un 65,5%.
Argentina lleva mucho tiempo sufriendo una alta inflación y una moneda débil, por lo que los científicos del país están acostumbrados a luchar para llegar a fin de mes. Pero los recortes presupuestarios de este año los están obligando a ser aún más creativos.
Para la ecologista Victoria Werenkraut, eso ha significado convertir botellas de agua en jaulas de cría para los insectos que estudia, en lugar de comprar nuevos recipientes. Hace dos años, la investigadora del INIBIOMA, un instituto en la Patagonia operado por el CONICET y la Universidad Nacional del Comahue, ganó una beca para estudiar el impacto de una especie invasora de mariquita en las poblaciones nativas. Pero este año todavía no ha recibido su pago anual de aproximadamente 637.000 pesos (unos 661 dólares). Entonces, su laboratorio comenzó a recolectar botellas de agua grandes, a las que les hizo agujeros para convertirlas en hoteles para mariquitas. El esfuerzo, dice Werenkraut, deja «mucho menos tiempo para investigar y escribir artículos».
Soler Illia, por su parte, practica otro tipo de reciclaje para sustentar su trabajo con nanomateriales. «Si necesito un reactivo para una reacción química, comprarlo nuevo suele ser demasiado caro y su importación es lenta», explica. «En su lugar, utilizo un reactivo de un proyecto anterior, aunque tenga cinco años». Pero ese proceso implica una ciencia más lenta, señala, porque puede llevar una semana purificar el reactivo reciclado.
Al igual que Werenkraut, Soler Illia aún no ha recibido financiación este año de una beca que ya había ganado. Muchos otros investigadores están preocupados por lo que parece ser una congelación generalizada del desembolso de fondos para becas PICT, premios que suelen durar tres años y son un pilar de la financiación de la investigación argentina. Un portavoz de la Agencia I+D+i dijo a Science que «el desembolso de los fondos está en un proceso de redeterminación».
Mientras tanto, los científicos se quejan de que no pueden obtener respuestas a las preguntas urgentes sobre los fondos que les prometieron. Un equipo dirigido por Jorge Montanari, que dirige un laboratorio de nanotecnología en Buenos Aires, planeaba colaborar en un proyecto con la Universidad Paris-Saclay de Francia. Los planes preveían que los investigadores argentinos hicieran dos viajes a Francia, y viceversa. Pero el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina, que se suponía que financiaría los pasajes de avión y los estipendios de viaje, nunca respondió a los correos electrónicos, las llamadas o incluso a una visita en persona de Montanari. Entonces, el equipo francés acordó renunciar a uno de sus viajes para poder pagar el viaje de los científicos argentinos a Francia.
Para Mariano Morales, un biólogo que estudia los cambios hidroclimáticos en América del Sur, la falta de fondos ha significado desempolvar los datos existentes en lugar de salir al campo a hacer nuevas observaciones. Morales trabaja en el Instituto Argentino de Investigaciones de la Nieve, Glaciología y Ciencias Ambientales, un instituto del CONICET en la provincia de Mendoza, cerca de los Andes. El instituto suele tener siete camionetas disponibles para el trabajo de campo, pero ahora solo puede utilizar dos porque el instituto no puede permitirse asegurarlas todas. Para mantenerse ocupado, Morales ha estado analizando datos de campañas anteriores. Pero ese enfoque «es como agotar las reservas», dice. «No se puede crear nada nuevo ni capacitar [a la gente], lo que debilita la línea de investigación».
Otra fuente de dolor cada vez mayor para los científicos argentinos es encontrar el dinero para publicar sus artículos en revistas de acceso abierto, que a menudo cobran 2.000 dólares o más por artículo. Los investigadores argentinos están acostumbrados a solicitar descuentos o exenciones de tarifas, pero muchos editores se muestran reacios a reducir el precio porque Argentina no se considera una nación de bajos ingresos. Los impasses resultantes pueden tardar meses en resolverse. «Mi último artículo tardó casi tanto en ser aceptado como la lucha por obtener un descuento», dice Diego Golombek, biólogo e investigador principal del CONICET que estudia la cronobiología.
Golombek afirma que a los problemas de financiación se suman el caos y la incertidumbre. Hace poco, mientras esperaba noticias sobre si recibiría los fondos PICT que le concedieron el año pasado, recibió una solicitud para volver a presentar la misma propuesta con un título diferente para una próxima ronda de financiación. Golombek preparó la nueva propuesta, pero luego la agencia pospuso la fecha límite de presentación y aún no ha ofrecido ninguna actualización. Mientras tanto, dice, los fondos de la propuesta original podrían empezar a llegar después de todo. «Pero son solo rumores», dice. «Y no podemos vivir de rumores».
Autora: Lucila Pinto | Periodista en Argentina y becaria periodística del Centro Pulitzer
Traducción y edición: Daniel Ventuñuk
Fuente: SCIENCE
